Privilegios históricos

Apena más que las regiones perjudicadas hayan aceptado esa concesión de beneficios y fueros

La indignación es más que comprensible. Pero, por fortuna, la opinión pública, esta vez, cuando menos a través de la prensa, ha mostrado irritación y hartazgo. Ya que de nuevo, un partido en el Gobierno, para consolidarse y aprobar sus presupuestos, pacta con un partido nacionalista -en este caso, el vasco-, concediéndole mayores beneficios a su territorio. Beneficios que, consecuentemente, van de detrimento de otros. Y aunque una cierta negociación sea siempre necesaria -incluso deseable- para sacar adelante las actuaciones gubernamentales, escandaliza que, a estas alturas de los tiempos, un nuevo pacto incremente aún más los privilegios económicos supuestamente históricos de los que goza el país vasco.

Entristece tener que resignarse ante la actitud de unos partidos nacionalistas cuya razón de ser no es otra que conseguir, sin pudor, de una u otra forma, prebendas exclusivas para sus comunidades. Pero aún apena más que las regiones perjudicadas hayan aceptado esa concesión de beneficios y fueros, como si se tratase de un destino sacralizado por la historia. El recurso a la historia o al pasado no puede ni debe servir para justificar injusticias o tropelías sufridas en el presente. Precisamente, se llevó a cabo la Revolución Francesa, en 1789, para igualar los derechos de todos los ciudadanos de una nación y para que en lo sucesivo desaparecieran privilegios y excepcionalidades basadas en la historia y en la sangre. En España, casi dos siglos después, los equilibrios exigidos para aprobar la nueva Constitución democrática de 1978 obligaron a introducir referencias a unos anacrónicos derechos históricos en ciertos territorios. La difícil situación política pudo forzar aquellas medidas, pero no parece admisible continuar ahondando en unas concesiones que los nacionalistas, por naturaleza, fomentan cada vez más.

Por eso, también hay que lamentar que un partido como UPD, que nació con la voluntad de corregir esos desvaríos, se disolviera en la nada. También habría que quejarse de un partido como Ciudadanos, por transigir con lo que debería mantener como su principio más ineludible. En cuanto al oportunismo del PP, ya nada en ese partido puede sorprender. Y respecto a las instituciones andaluzas, hay que excusarlas de su falta de reacción; están entretenidas, en estos días, con su más preciado "derecho histórico": un gran despliegue de fiestas primaverales, por si fuera posible extenderlas, más o menos, a todo el año.

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