Desde mi pupitre

Populistas

La práctica populista enturbia el panorama del arco parlamentario de nuestro país y se pavonea con los éxitos que va alcanzando

Resulta complicado ofrecer una definición canónica del término "populismo" y las clásicas visitas al siempre preclaro DRAE resultan, hoy por hoy, completamente insuficientes. Para el holandés Cas Mudde y el chileno Cristóbal Rovira (Populismo: una muy breve introducción, Alianza), encarna la idea de que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: "el pueblo puro" y "la élite corrupta". Completan la definición como "una ideología delgada […] que sostiene que la política debe ser expresión de la voluntad general del pueblo".

La "ideología delgada" alude a su escasa consistencia, por lo que ha de aferrarse a otras de mayor empaque para adquirir solidez y argumento. De ahí que se descalifique como populistas tanto a dirigentes de la derecha radical (Trump o Bolsonaro) como de la extrema izquierda (Iglesias o Chávez). Populismos para todos los gustos, que alimentan la evidente demanda social en ambos sentidos.

Ernesto Ayala sostiene que, en momentos de crisis estructurales (y el siglo XXI está resultando perfecto a tales efectos), esta estrategia política es capaz de brindar soluciones a la medida de las necesidades de los votantes. Muy especialmente de quienes se sienten excluidos u olvidados por la clase política tradicional. Esa perspectiva hermana a Abascal y a Maduro, en un cóctel menos explosivo de lo que aparenta, que manejan su propio concepto de "pueblo" según sus intereses. Para el exdirigente del PP, tan aficionado al morrión de los tercios, su "pueblo" está amenazado por la llegada de extranjeros, sean inmigrantes económicos que recogen los cultivos tropicales de sus votantes en el campo andaluz o murciano, sean refugiados de los desastres sirio o afgano, igual da.

Por su parte, para el antiguo chófer de buses de Caracas, a su "pueblo" el peligro le viene del imperialismo yanqui. Para ambos, otra coincidencia, el enemigo es también la "élite", que adoptará la forma que interese desde cada perspectiva. Para el bilbaíno, los políticos tradicionales, según su discurso regeneracionista; para el venezolano, la gente de derechas, desde Julio Borges al jefe de Vox. Populistas frente a frente. Y, nosotros, en medio.

Para los analistas políticos, el término es sinónimo de demagogia, la tendencia política que plantea soluciones simples para problemas complejos. Ya alertaron Platón y Aristóteles acerca del peligro que supone esa demagogia para la democracia, pues podría conducir a regímenes autoritarios.

Hoy, la práctica populista enturbia el panorama del arco parlamentario en nuestro país y se pavonea con los éxitos que va alcanzando. Aunque para ejemplo reciente, el británico tiro en el pie que es el Brexit puede considerarse su logro más acabado. Pero no abandonen los asientos, que lo peor está por llegar.

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