Políticos y médicos

Da la impresión de que el título de Medicina solo les sirve para poder alcanzar ciertos niveles en la administración pública

Hay temas fáciles de ser tratados con demagogia. La sanidad pública y la enseñanza son los dos ejemplos más claros de ello. Estos dos bastiones del bienestar social están en franco retroceso y todos los partidos lo reconocen, aunque ninguno hace gran esfuerzo por solucionarlo. El debate político tapa estas carencias bajo el humo alentado desde las esferas del poder en forma de exhumaciones, conflictos sociales y constitucionales, y otros caramelos amargos que engañan, como los que en mi infancia se podían adquirir en las tiendas de artículos de broma. Y la cosa no está para eso, para bromas. La tensión y la crispación social están llegando a niveles que, no quiero ser catastrofista y calificarlos de prebélicos, pero sí que ponen en peligro la convivencia.

Los programas de los diversos partidos políticos incluyen la reducción de listas de espera, mejorar, perdón optimizar, palabra que les gusta más, la adquisición de nuevas tecnologías, campañas de detección precoz de lacras de nuestro tiempo como el cáncer de mama, próstata o colon; equiparación salarial de los profesionales… Un mundo idílico propio de precampaña electoral. Ya se sabe que los programas no se hacen para cumplirlos.

Al igual que ocurre con los políticos presos que, según quien sea, alternan el orden de las palabras, los médicos, una vez llegados a la política, se suelen comportar como políticos médicos. Da la impresión de que el título de Medicina solo les sirve para poder alcanzar ciertos niveles en la administración pública y así los vemos de ministros o consejeros que nada tiene que ver con lo que han estudiado, o parlamentarios que solo miran por los intereses del partido que les sustenta, olvidándose de la asistencia médica y de los pacientes que cada vez se ven más reducidos a meros números de una estadística.

La situación de los médicos en España y concretamente en Andalucía es precaria, no solo en la actividad profesional, sino en el trato y el respeto. Solo los que tienen hijos o familiares cercanos médicos son conocedores de semejante despropósito. Exigir notas muy altas para su estudio, seguir seis cursos con una dura enseñanza, acceder a un MIR de máxima competitividad para estudiar varios años más y acabar siendo contratado en precario es como para salir corriendo. Y eso están haciendo muchos de nuestros médicos jóvenes. Solo falta que se les pida que se tiren al monte.

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