Campo chico

Alberto Pérez de Vargas

La Plaza Alta restaurada

A los restauradores se les ha ordenado que repongan la corona sólo en uno de los ocho huecos

El paseo de cadáveres de personajes relevantes y la interpretación en términos de hoy de lo que sucedió en otro tiempo, son necedades propias de las sociedades contaminadas por el postureo. Para un especialito de mi época, los detalles de la Plaza Alta están integrados en sus escenarios interiores. Yo puedo recorrerla a distancia o en sueños y describir cada cosa de la cerámica de sus bancos de mampostería, de sus balaustradas –apoyo tantas veces de mis esperas– o de su solería. Ahora que, lentamente en sus remates, se está terminando de restaurar gracias, en gran parte, a fondos de allende el municipio; bien gestionado, eso sí, por los propios del ayuntamiento; recuerdo cuando descubrí, ya de adolescente, que en el escudo de Algeciras, de la parte posterior del respaldo de los bancos grandes, había sido picada la corona. Pensé entonces que serían causa de travesuras de pequeños monstruos criados en las cavernas. Pero no, eran los cavernícolas y no sus crías, los autores de la tropelía. Los mismos que creen que se puede borrar o corregir la Historia.

A los restauradores se les ha ordenado que repongan la corona en uno de los ocho huecos y dejen los otros siete como están. Debe de ser para que pregunten por qué, las generaciones venideras. No obstante el escudo oficial de Algeciras la lleva. Su nuevo diseño fue establecido hace una década, por una comisión presidida por el cronista oficial, Luis Alberto del Castillo, y porta ahora la leyenda, “Civitas condita ex lethaeo bis restaurata”, a fin de dictar que tras su fundación y después de un profundo letargo, la ciudad fue recuperada.

Lo que desde la plaza baja se extiende al lado izquierdo del río son los callejones; de toda la vida

En los años ochenta, la plaza perdió altura. La renovación del viario consistió en colocar un nuevo suelo sobre el que había. Aquello me inspiró un artículo que titulé “La plaza que fue alta”. Hace una decena de años y con la ayuda de la Delegación Provincial de Turismo (al 50%), se arregló el pavimento exterior elevándolo unos tres centímetros. Ha habido algún parcheo y, en definitiva, la altura relativa de la plaza respecto al viario ha disminuido de modo considerable. Aunque las palabras pueden ser recurridas para ironizar, la verdad es que la plaza se llama alta porque es la principal de la parte alta del centro histórico. Del mismo modo que la de La Palma o de abastos, es la plaza baja; es decir, la de menor cota. Lo que desde esa plaza, se extiende al lado izquierdo del río, ya invisible, son los callejones; de toda la vida. Convendría que tomaran nota de ello los compañeros de los medios.

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