En aquellos años de plomo, en que la libertad de expresión no era común por estas tierras, se decía que en el Reino Unido, había un sitio en el que cada uno podía decir en público lo que quisiera. Se trataba del Hyde Park Corner, en Londres. La mayoría de los españoles que viajaban a la ciudad, se pasaban por allí, hasta el punto de que aquello se convirtió en un atractivo turístico más, de la bella ciudad del Támesis. Haciendo bueno el dicho de "Vicente va a donde va la gente", servidor nada más llegar se fue del tirón al sitio de marras, esperando ver a un joven Lenin arengando a las masas, o a un nuevo Platón convenciendo a los ciudadanos. Bueno, la decepción fue brutal, porque aunque el ambiente era el esperado, más que oradores incendiarios, lo que encontré fue una sarta de majarones que iban desde el tipo que anunciaba el fin del mundo para ya mismo o el pastor de una extraña religión sexual, hasta otro que afirmaba tajantemente que los extraterrestres, habitaban entre nosotros. Una buena pinta de cerveza, hizo que me recuperara de la frustración y reflexionara sobre si libertad de expresión estaba entonces, claramente sobrevalorada.

Hace unas tardes, tuve que asistir a un funeral en la iglesia de la Palma. Antes de entrar, pude atisbar en la Plaza Alta a la Plataforma del Tren, manifestándose como cada semana. Inasequibles al desaliento, allí estaban sin importarles la pobre respuesta popular a una demanda tan necesaria. Cuando salí, después del responso, ¡sorpresa!, los del tren se habían marchado y en su lugar había una nutrida concentración contra el Cambio Climático, animada por una banda de rock. Unos días más tarde un grupo de Pensionistas, reclamaba pensiones dignas. Allí estaba un jubilata, dirigiéndose al colectivo con la voz quebrada por la edad, pero con su mente lúcida intacta, desgranando razonamientos y cifras que demostraban la injusticia del trato gubernamental a los mayores. Aunque la Plaza Alta de Algeciras, pareciera que contiene en su interior un Corner, nada tiene que ver con Hyde Park, porque en primer lugar las reivindicaciones en su mayoría son justas y sensatas y en segundo lugar, los oradores se comportan con respeto a la inteligencia, de los que les están escuchando. La pena está, en que, fotos aparte, no hace falta convencer a nadie en esos actos, porque los que acuden ya están convencidos y otra pena, ésta mucho más grande, es la ausencia en la mayoría de los actos, de políticos profesionales que demuestran así, su falta de sintonía con las legítimas aspiraciones del pueblo al que dicen representar.

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