Piscinas

Podemos alardear de haber creado un modelo de bienestar pequeño burgués al alcance de amplias capas de la población

Escribo esto mientras oigo -no escucho, oigo- el ruido que hacen los niños que nadan en la piscina comunitaria de una urbanización veraniega. Hace años me molestaba el ruido de los niños que jugaban y se reían en la piscina. No soportaba los gritos, los chapuzones, los balonazos, las salpicaduras. Ahora lo considero una bendición. Vienen malos tiempos -en lo económico y lo social- y cada vez nos va a resultar más difícil oír las risas de pura felicidad de los niños que se zambullen en una piscina. De hecho, los típicos intelectuales "progres" -la última reencarnación de los tétricos frailes predicadores- odian las piscinas y las urbanizaciones con piscina porque las consideran el símbolo más abominable del neoliberalismo y del individualismo pequeño burgués. Supongo que ellos prefieren otra forma de disfrutar de las vacaciones de verano: el modelo de las colonias infantiles gestionadas por el Estado en el que se instruía a los niños -vestidos con indumentaria paramilitar- en la obligación de obedecer al gobierno y delatar a los traidores y a los enemigos del pueblo. El modelo soviético, por ejemplo. O el modelo fascista, por ejemplo, los dos tan parecidos, los dos tan secretamente gemelos.

Es muy extraño. Si nuestra sociedad puede alardear de algo es de haber creado un modelo de bienestar pequeño burgués que está al alcance de amplias capas de la población. Por desgracia no lo está al alcance de todos y sigue habiendo muchos excluidos, pero ninguna otra sociedad en la Tierra -ni socialista ni colectivista ni agraria ni teocrática ni indigenista ni de ningún tipo- ha conseguido extender los beneficios del bienestar a un mayor número de personas como lo ha hecho la europea occidental de estos últimos tiempos. Por supuesto que nuestra sociedad esconde terribles desigualdades e injusticias lacerantes, pero ha conseguido poner la modesta felicidad doméstica de una piscina o de una urbanización al alcance de muchísima gente.

Sí, ya lo sé. Conozco las críticas contra este modelo: el despilfarro energético, el desperdicio de agua, la insostenibilidad medioambiental, el apocalipsis climático… Vale, de acuerdo. Pero ahora mismo los niños siguen riéndose y jugando en la piscina, y seguirán hasta que se haga de noche, y nadie podrá arrebatarles la felicidad que han conocido durante este verano.

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