Todo iba bien en el autobús gubernamental de Pedro Sánchez, con luces y sombras como un equipo ministerial de gran nivel o un frívolo departamento de publicidad, cuando el vehículo sufrió el primer pinchazo. Estas cosas pasan. Sobre todo, si tiene un copiloto ávido de gloria y poder que va por ahí pavoneándose de que le han dado la televisión, como si fuese un juguete. El trapicheo entre PSOE y Podemos para repartirse RTVE ha dejado desnudo al presidente. Lo que no han conseguido las provocaciones de Torra o las peticiones del PNV sobre los presos de ETA, lo ha logrado Pablo Iglesias presumiendo como un párvulo de que él decidía quien era presidente en la televisión pública.

Llueve sobre mojado. El jefe de Podemos ya tuvo esa actitud tras las elecciones de diciembre de 2015, cuando se propuso a sí mismo ante la prensa como vicepresidente plenipotenciario de un gobierno encabezado por Sánchez, en el que reclamaba el control de la RTVE, los espías, la policía, el ejército, la economía… todo menos ministerios sociales que más afectan a la gente, como educación o sanidad. Este afán por el control no es exclusivo del ansioso dirigente populista.

El gaullista Alain Peyrefitte, que estuvo al frente de siete ministerios con De Gaulle y Pompidou, contó en sus memorias (El mal latino, Plaza&Janes, 1980), su gestión como ministro de Información en 1962. Peyrefitte confesaba que llegó al cargo con la mejor voluntad de dejar a los profesionales de la ORTF difundir las noticias que interesaran al público, sin interferencias. Pero a pesar de sus intenciones, como eran malos tiempos, con la independencia de Argelia y el terrorismo de la OAS, acabó "más de una tarde redactando el telediario de la noche".

Los gobernantes de las democracias occidentales tienen los mismos buenos propósitos y la misma tentación de convertir los medios públicos en órganos de propaganda. En España nadie se libra. Sólo durante el período de Zapatero RTVE ha conocido la única época de libertad e independencia comparable a la BBC, que siempre se utiliza de modelo. Las televisiones regionales han seguido la vía tendenciosa. Todas. TV3 es el motor diésel del separatismo catalán. Canal Sur es el arco de bóveda del proselitismo socialista en Andalucía.

El PP se ha distinguido por una constante interferencia política en RTVE. Los trabajadores de Televisión Española llevan diez semanas vistiéndose de negro para protestar contra la manipulación. Y el nuevo Gabinete repite errores. Candidatos con nula experiencia audiovisual y señalado sesgo ideológico, que han tenido que borrar decenas de miles de tuits imprudentes. Reparto de cuotas: tú pones al presidente y yo al director de Informativos. Vetos cruzados, en negociaciones ajenas a los profesionales de la casa. Y como eje del chalaneo, un jefe de gabinete del presidente que fue el estratega que construyó el discurso xenófobo de Albiol en Badalona. Pinchazo. Y gordo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios