Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Pepe Chamizo

El reconocimiento por parte de la UCA no puede ser más oportuno ni tener más padrinos

La investidura de Pepe Chamizo como doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz se desarrolló en la Escuela Politécnica de Algeciras con el boato y protocolo que exigía el momento, si bien muchos de los presentes sospechamos que pocos actos de esta índole se ven interrumpidos en tantas ocasiones por los aplausos recibidos por el homenajeado durante su discurso. El reconocimiento por parte de la UCA no pudo ser más oportuno ni tener más padrinos: las madres cuyos hijos sufrieron y sufren la drogadicción, los que vienen en patera, las mujeres maltratadas, las víctimas de la explotación sexual, los jóvenes que dejan de ser tutelados por la Junta, los expresidiarios sin hogar ni familia, los indigentes que duermen al raso, los enfermos mentales… Todos ellos y algunos más son colectivos sin medios que, a lo largo de la vida de Chamizo, han encontrado en él un altavoz para dar a conocer su situación, un ancla al que aferrarse y un punto de referencia vital cuando todo a su alrededor se derrumbaba.

No le sobran los homenajes a este cura clave del movimiento asociativo en el Campo de Gibraltar y que hace treinta años se plantaba delante de los bloques de viviendas donde los camellos vendían el caballo a pobres desgraciados. Qué bien elegido el título de doctor Honoris Causa para quien luchó entonces y sigue a pie de tajo repartiendo abrazos y coscorrones, aconsejándonos y advirtiéndonos, como hizo el pasado viernes, que el mundo corre desbocado hacia un precipicio porque el poder del dinero "nos está dejando sin futuro", al tiempo que problemas de primera magnitud como la drogadicción, la marginación de las minorías, la situación de abandono de muchos ancianos o la desprotección de los niños que residen en hogares desestructurados obtienen como respuesta la indolencia generalizada. Figuras del peso moral e intelectual de Chamizo nos deben servir para hacernos reaccionar como sociedad ante la aparición, lenta pero progresiva, de discursos radicales y simplistas que, repetidos de forma machacona, se presentan como pócimas mágicas para la solución de problemas que requieren como únicas banderas el diálogo y consenso.

Reconforta ver cómo Chamizo, a quien quitaron de enmedio como Defensor del Pueblo Andaluz por reflejar negro sobre blanco verdades incómodas y por querer echar a los mercaderes del templo, mantiene pasados los años el cariño de su gente. Que se haga a través de actos institucionales rodeado de quienes vieron sus primeros pasos y han podido seguir su trayectoria es un premio añadido.

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