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josé aguilar Ignacio Martínez

Pedro Sánchez se escaqueaLa vacuna no es una cerveza

Otra vez Pedro Sánchez se desentiende de los problemas. Su mantra ahora es vacunar, vacunar y vacunarComo si fuese la vieja censura de la dictadura, AstraZeneca ha sido catalogada "para mayores con reparo"

Dedicado en cuerpo y alma a pelearle la Comunidad de Madrid a la musa populista y medio ultra Isabel Díaz Ayuso (él es el verdadero candidato socialista, no Gabilondo), Pedro Sánchez se está escaqueando de sus responsabilidades como máximo líder nacional contra la pandemia. Vuelve a las andadas: las buenas noticias para él, y las malas, para las comunidades autónomas o Europa. Ni siquiera valora la necesaria ley de protección a la infancia, quizás porque la feliz iniciativa ha correspondido a Podemos y hasta el PP la ha respaldado. Una cuestión de estado y un avance social del que Sánchez no puede sacar tajada de manera personal y directa. Eso no le gusta.

Se ha empeñado en no prorrogar el estado de alarma, a extinguirse el 9 de mayo, poniendo a los pies de los caballos a las autonomías sin haberlas dotado de otros instrumentos legales para aprobar las restricciones que la situación sanitaria va a seguir, desgraciadamente, exigiendo. Dice que tienen capacidad para imponer cierres perimetrales, manejar toques de queda y limitar movimientos, pero conoce que todas estas medidas dependen de los tribunales de justicia correspondientes, que ya en el pasado las aceptaron o las rechazaron, dejando indefensos en estos últimos casos a los gobiernos regionales. Una temeridad, concluyen sus aliados del PNV y también la objetan comunidades socialistas y algunos aliados del aluvión Frankestein.

De eso no quiere ni oír hablar (¿desde cuándo no se publicitan las cifras de muertos por Covid?). Él a lo suyo: a vender seis o siete veces sus planes con los fondos europeos que se retrasan, a olvidarse de la cacareada gobernanza, de la que nunca más se supo, y a personalizar la extensión de las vacunas. Habla de tropecientos millones de vacunas, se las apaña con seguridad impostada y arrogante para decir que ese es el objetivo irrenunciable y convertirlo a continuación en realidad ya conseguida, pese a que los tropiezos de AstraZeneka y Janssen la ponen en peligro.

Otra vez Pedro Sánchez se desentiende de los problemas. Su mantra ahora es vacunar, vacunar y vacunar. Delega todo el poder que reclamó en las autonomías, las decisiones de los jueces, la responsabilidad individual de los ciudadanos -en eso hay que darle mucha razón- y en una unidad consistente en que todos se arremolinen en torno suyo, dejen de incordiar con quejas y lamentos y no pongan palos en la rueda de su liderazgo incombustible.

EN una tertulia digital a través de Zoom, unos amigos bromean sobre si prefieren la Pfizer, la AstraZeneca o la Moderna. Uno de ellos afirma que a él la que le gusta es Cruzcampo y hay quienes se apuntan a Alhambra o a Victoria. La rivalidad regional de la cerveza es motivo de chanza. Pero si se habla de vacunas, queda en el ambiente cierta inquietud con AstraZeneca. Incluso la semana pasada, tras confirmar la Agencia Europea del Medicamento que se producían casos muy raros de trombosis con este antígeno, en Andalucía hubo un rechazo puntual del 20% entre los convocados para la primera dosis de AZ.

La sobreinformación acerca de esta vacuna y la alarma creada son una secuela de la tensa situación anímica de la población. Pero a lo que hay que tenerle miedo es al virus, no al remedio. Si se vacunase -es una hipótesis- a los 47,3 millones de habitantes de España, estaría todo el mundo inmunizado y se pondría en riesgo a unas 35 personas. Pero esa es precisamente la media de muertos por Covid que tenemos a diario en el país; hubo 256 fallecidos por el virus la última semana.

Hay otro aspecto que no cabe desdeñar: las dos vacunas puestas en entredicho son las más baratas. No existen listas oficiales de precios, pero la secretaria de Estado belga de Presupuesto y Consumidores puso un tuit hace semanas con una tabla: AstraZeneca costaba 1,78 euros; Janssen con una sola dosis 7,09; Pfizer 12 y Moderna 15,02. En otras cuentas la rusa salía igual que la Janssen y la china cinco veces más. Aquí hay una batalla comercial, con unos beneficios previstos de Pfizer este año de 18.000 millones de dólares.

Se tiende a culpar a los políticos de estas incertidumbres. Ellos mismos se contradicen entre sí. El PP de Moreno cierra bares a las 20:00 y el de Ayuso quiere barra libre. Pero es difícil pedir explicaciones a las autoridades cuando no tienen instrucciones precisas de los científicos. Sin certezas técnicas los políticos, para tomar decisiones, liman por arriba y por abajo hasta llegar a situaciones ridículas. Decretan que una vacuna es para mayores de 60 y menores de 65. Como si fuese la vieja censura de la dictadura: "para mayores con reparos".

Sigamos bebiendo la cerveza que nos guste más y dejemos a los servicios de salud que nos pongan la vacuna más conveniente. Será miles de veces más seguro que exponerse a enfermar y morir víctimas de una especie criminal de gripe llamada Covid.

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