La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Pedro, Gonzalo y los pingüinos gays

Paradójicamente, estamos avanzando en la ficción a la misma velocidad que retrocedemos socialmente

No sólo Netflix y Youtube están revolucionando el sector audiovisual con una parrilla a la carta en la que cualquierapuede decidir qué ver, cuándo y dónde. Atresmedia y Movistar+, por centrarnos en el caso español, se han subido a la ola de la innovación con series capaces de competir con las grandes producciones hollywoodienses -lo hemos visto este fin de semana en los Premios Feroz con Fariña y Arde Madrid- e incluso desde una cadena pública como TVE se está experimentando con programas de realidad virtual y especiales interactivos en los que el espectador puede decidir el camino y hasta el final.

A partir de aquí podríamos recuperar el debate sobre hasta qué punto las grandes historias se cuentan en los decadentes cines de nuestras ciudades, en las impersonales multisalas de las moles comerciales o en las pantallas inteligentes del salón de casa. Pero no es en el plano formal de la tecnología, la distribución o el consumo donde se está produciendo la verdadera disrupción.

Es la vida. Paradójicamente, avanzamos en la ficción a la misma velocidad con que retrocedemos socialmente. No deberíamos entender como una simple anécdota que la expresidenta Susana Díaz dedicara buena parte de su discurso en la sesión de investidura de Juanma Moreno a reflexionar sobre el actual modelo de familia y a alertar sobre el peligro de "involución" que pueden suponer los "guiños a Vox" del nuevo Gobierno (PP-Cs).

Si no la han visto ya, no se pierdan Arde Madrid. Inma Cuesta devora el papel de solterona facha e instructora de la Sección Femenina metida a espía en la alocada casa de Ava Gardner. En la producción de Paco León, la actriz es el símbolo del analfabetismo sexual español, pero también de la dignidad de los de abajo. Si tienen un minuto, busquen en el móvil el vídeo de los dos pingüinos gays de Australia que, en pleno huracán político en su país para legalizar el matrimonio igualitario, se han convertido en los mejores padres del acuario de Sidney. Empollaron un huevo abandonado y lo hicieron con tanto cariño y tesón que su cría ha sido la única que ha nacido de toda la colonia. Si quieren dar un paso más allá, abrir la mente y cuestionarse absolutamente todo, lo que debe ser y hasta lo que es, atrévanse con la serie El embarcadero...

Claudio y su novio, Pedro y Gonzalo o Beatriz. Son los nombres de (otras) familias cercanas a la ya líder de la oposición que están en nuestros barrios. Nombres que podrían encarnar cualquier historia de ficción y no ficción. La cuestión es si queremos convivir con ellos o encapsularlos en una pantalla.

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