Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Pedro Gómez

O afrontamos pronto la tarea, cuando hay fondos europeos, o la marginalidad se acentuará y se expandirá

No por esperado fue menos gratificante conocer el resultado de la votación por la que, el pasado viernes, el Pleno del Ayuntamiento de Algeciras aprobaba por unanimidad el nombramiento de Pedro Gómez Mancilla como Hijo Adoptivo de la ciudad, un reconocimiento que previsiblemente le será entregado antes de final de año en un solemne acto público junto al periodista Jesús Melgar, distinguido igualmente el año pasado por méritos propios y a la espera aún, a causa de la pandemia, de recibirlo.

El padre Pedro oficia en la parroquia de Espíritu Santo, en La Piñera, un templo de arquitectura racionalista, sin más ornamentación que la precisa, que se erige firme en el centro de una barriada que conoció tiempos mucho mejores. Pocas cosas han cambiado en esta iglesia desde su construcción, aunque fue el cura -como se refieren a él algunos de sus amigos más cercanos- quien tuvo la idea de adelantar el altar unos metros para aproximarlo a los bancos donde se sientan los feligreses. De este modo se sitúa casi al mismo nivel que ellos, huyendo del boato. Porque si por algo es querido este sacerdote en Algeciras es porque es más del papa Bergoglio que de Ratzinger o del obispo Zornoza.

Como denunció el padre Pedro en este periódico hace un par de semanas, en un mensaje dirigido a todo aquel que tuviese la humildad necesaria y los oídos preparados para escucharle, en La Piñera hace años que desapareció la inversión pública y, con ella, la privada. La rehabilitación de las viviendas, la atención social y la mejora de la seguridad son tareas urgentes que hay que afrontar para que la barriada deje de ser un gueto dominado por las drogas, sin sucursales bancarias ni tampoco bares.

Quiero pensar que si los representantes de la soberanía popular en Algeciras han querido reconocer de forma unánime el trabajo de Pedro Gómez no es solo porque aplaudan su trayectoria, sino también porque coinciden en sus demandas. El Ayuntamiento, desde el primero al último de sus concejales, debe ser un motor desde el que surjan iniciativas para regenerar el barrio y otros en similar situación. En Málaga, por ejemplo, todos los partidos se han puesto de acuerdo para prohibir la presencia de casas de apuestas y bingos a menos de 500 metros de los centros educativos, parques, espacios deportivos y zonas de afluencia familiar. El propósito es combatir la ludopatía, uno de los males que más incidencia tienen, justamente, en las zonas más depauperadas. Tal cual ocurre en La Piñera.

O afrontamos pronto la tarea, cuando hay disponibilidad de fondos europeos, o la marginalidad se acentuará y se expandirá por las zonas colindantes, mientras continuamos año tras año entregando diplomas a nuestros vecinos más ejemplares.

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