Cuando se va de visita al pasado, éste nos suele recibir con recuerdos y también con sombras. Es un viaje a la inversa en el que el reloj permanece parado, sin presente. Y esas horas que las agujas no marcan son horas que vagan sin huella, que quedarán en un limbo al que no podrás ir de visita porque no serán ni recuerdos ni sombras, solo horas perdidas, muertas, desenterrando un pasado más muerto que las horas.

Y con estas horas quien se lo proponga puede construir toda una vida. Una vida llena de recuerdos, de añoranzas, de tiempos mejores, de batallas ganadas o perdidas, de errores que alguien cometió y no perdonas, rememorando personas, lugares, pertenencias… que el pasado atrapó en el tiempo y que nunca regresarán a no ser que tu mente, o los sueños, los traigan de vuelta, los rescaten.

Y con esa capacidad que el ser humano tiene de fantasear se tiende a moldear el recuerdo e incluso puedes llegar a tunearlo hasta hacerlo más acorde a tu propio sentir de aquel instante y que a lo mejor dista de lo que realmente fue el momento: la casa de la infancia: más grande; el amor entre padres: eterno; el colegio de monjas: más estricto; el amor: más verdadero; los viajes: a lugares que parecían más lejanos; el desengaño: más profundo; la amistad: para siempre; la piscina que recorrías buceando: más larga; la playa: un paraíso desierto… Algunas cosas verdad y otras que no llegarán del todo a ser mentira porque las crees pero sí menos ciertas.

Y después están los que se pasaron la vida inventando historias y entonces realidad y ficción terminan por mezclarse y no alcanzas a poner un límite entre ambas y recuerdas una vida que nada tuvo que ver con la verdadera y que inventaste como pura supervivencia. Nadie podrá saber qué es la realidad en este mundo lleno de ficción y engaño. Quién puede afirmar cuáles de las palabras que salen por tantas bocas son verdaderas cuando lo que realmente nos importa no es lo que decimos sino no mantenerlas cerradas. Se opina de todo, se sabe de todo, se supone todo, se habla sin saber y se escucha o lee sin querer en realidad entender qué se te dice.

Ahora… no mirar para atrás ni para coger impulso, tampoco es bueno. Se debe mirar para entender mejor lo que sucede y reconocer todo lo que conseguiste y así, de vez en cuando, darte una tregua.

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