la tribuna

Francisco J. Ferraro

Paisaje tras las tormentas del verano

LAS perturbaciones económicas de este verano no han permitido el descanso de los responsables económicos y políticos y han amargado las vacaciones de muchos ciudadanos. La sucesión de noticias económicas relevantes (la mayoría de ellas de carácter negativo) y las medidas y polémicas asociadas nos hacen pensar que la salida de la crisis se aleja en el horizonte.

Desde el mes de julio se viene observando un deterioro de la situación económica por la combinación de varios hechos: los indicios de que la recuperación se estaba debilitando en la mayoría de los países occidentales, la lentitud de las autoridades europeas en definir el segundo rescate a Grecia, y la falta de acuerdo en Estados Unidos entre los partidos demócrata y republicano sobre la limitación de la deuda pública. En este marco, a los problemas de los países periféricos europeos que han tenido que ser rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) se sumó la preocupación por el elevado endeudamiento privado de España y el afloramiento de elevados déficit de las comunidades autónomas. Como consecuencia de ello la prima de riesgo de la deuda española inició una escalada desde el entorno de los 250 puntos básicos hasta superar los 400 puntos y elevar el tipo de interés por encima del 6%, a lo que siguió el vertiginoso aumento de la prima de riesgo de la deuda italiana a niveles semejantes a la española, poniendo en riesgo a todo el sistema euro. En medio de una fuerte disputa de los responsables europeos sobre la emisión de eurobonos y la confirmación del débil crecimiento de las economías occidentales en el segundo trimestre, la caída de las bolsas internacionales se generalizó a lo largo de agosto.

Después de fuertes presiones, el Banco Central Europeo decidió intervenir en el mercado secundario adquiriendo cantidades masivas de deuda italiana y española, propiciando una rápida reducción de la prima de riesgo, lo que provocó la crítica de algunos políticos europeos por entender que el BCE se había excedido en sus funciones. Como contrapartida a la actuación del BCE y a la creación de un fondo de estabilidad europeo con mucha mayor dotación se les pide a los gobiernos nuevos esfuerzos de consolidación fiscal, y Alemania exige constitucionalizar la limitación de los déficit públicos, lo que asume el presidente Rodríguez Zapatero con una inusitada celeridad, abordando nuevas medidas de ajuste fiscal y acordando con el Partido Popular una reforma exprés de la Constitución española que ha provocado una considerable polémica.

Si bien los últimos días se han conocido algunos datos positivos y las bolsas han registrado una recuperación, las perspectivas siguen siendo poco optimistas porque continúan sin resolverse los problemas de fondo que originaron la crisis: una exuberancia financiera por la sobrevaloración de los activos (sean estos hipotecas basura, derivados financieros, inmuebles o créditos hipotecarios) y que deviene en una inmensa deuda (mayoritariamente privada en origen, aunque parcialmente se ha ido trasmutando en deuda pública por las ayudas al sistema bancario y los programas de estímulo fiscal). Esta elevada deuda, unida al alto nivel de paro y la desconfianza en el futuro, merma el consumo y la inversión y, por tanto, la palanca fundamental del crecimiento, con lo que se reducen los recursos para hacer frente a la deuda. Ante este riesgo los mercados provocan el encarecimiento de la deuda cerrando el círculo vicioso.

El problema adicional es que las medidas de política económica se van agotando. Tras la quiebra de Lehman Brothers el consenso político económico propició ayudas masivas a las entidades bancarias y una política fiscal expansiva para evitar el riesgo de una profunda depresión. Pero años más tarde, y tras elevados déficit públicos como consecuencias de dicha política y de los estabilizadores automáticos, se ha ido generando un endeudamiento público insostenible, lo que ha exigido programas de ajuste fiscal. A pesar de que algunos economistas reputados, como el Premio Nobel Paul Krugman, reclaman intensificar las políticas fiscales expansivas despreocupándose del nivel de déficit, otros prestigiosos economistas, como Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, llaman la atención sobre el inadecuado diagnóstico de la crisis y, en consecuencia, de lo equivocado de la terapia: frente a la concepción de una recesión típica que debía ser combatida con los instrumentos expansivos de política fiscal y monetaria, entienden que nos encontramos ante una crisis financiera por el elevado endeudamiento, por lo que la recuperación exige una reducción de la deuda que transfiera riqueza desde los acreedores a los deudores, lo que puede implementarse con acuerdos de renegociación de deudas o/y, más lentamente, con una nivel moderadamente alto de inflación que desvalorizase los activos en manos de los acreedores.

Proceso lento y complejo, pero que debe activarse con prudencia si no queremos vivir muchos años en una crisis estructural.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios