País generoso

Si un español hiciera en la Argentina una carrera política como la de Pisarello, habría tenido que huir a toda prisa

España es un país muy generoso. Miles de argentinos que llegaron huyendo de la dictadura militar se instalaron en nuestro país en los años 70, y aquí disfrutaron de ayudas públicas y al cabo de unos pocos años recibieron la nacionalidad española. Algunos de estos exiliados ahora incluso tienen cargos políticos de gran relevancia. Muy bien, deberíamos estar orgullosos de todo eso. A pesar de la fama que nosotros mismos nos adjudicamos, somos un país bastante más generoso de lo que nos creemos. Lo curioso es que algunos de estos argentinos que se exiliaron aquí -pienso en la monja Caram y en el profesor Pisarello- llevan años renegando de España y echándose en brazos de los independentistas catalanes, que no sólo quieren dividir el país, sino trocear la tesorería de la Seguridad Social, dinamitar el fondo de pensiones, destruir los presupuestos de Educación y de Sanidad y provocar una catástrofe económica en la que todos -catalanes y demás españoles- saldríamos muy perjudicados. Pero aun así, nuestro país sigue mostrándose generoso, de modo que el profesor Pisarello ocupa ahora un alto cargo en la Mesa del Congreso, con un sueldo que muchísimos españoles no veremos jamás ni aunque vivamos ocho vidas seguidas.

Se supone que el buen Pisarello -que es profesor de Derecho Constitucional- debería estar agradecido. En pocos países del mundo lo habrían tratado también como en el nuestro. Pues no. El otro día, en el Congreso, el buen profesor Pisarello se empeñó en prometer su cargo en catalán, algo que está muy bien, pero que habría estado mucho mejor si su promesa hubiera incluido algún gesto de gratitud hacia el país que lo ha encumbrado hasta los más altos puestos de la política. Pues no. El señor Pisarello sigue empeñado en quejarse a todas horas de nuestro país, de nuestra Constitución y de nuestro sistema político. Y uno de sus primeros gestos ha sido quitar la bandera española de su despacho.

Si un español fuera a la Argentina e hiciera una carrera política equivalente a la del señor Pisarello -defendiendo, por ejemplo, el derecho a decidir que ha permitido a las islas Malvinas seguir formando parte de Gran Bretaña-, es prácticamente seguro que hubiera tenido que huir a toda prisa si quisiera conservar la vida. Aquí, en cambio, el señor Pisarello vive sin ningún problema. Somos un país generoso.

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