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Carmen Calleja

Pagar las deudas

QUIERE usted que le sea sincero? Me dijo a modo de primera respuesta el taxista hablador, cuando le pregunté qué le parecía la reforma constitucional. ¡Claro! Pues mire: que nadie me lo ha explicado. Ahora, también le digo que si el PP y el PSOE están de acuerdo, será algo bueno.

Imagine, querido lector, que entre sus amigos, compañeros de peña de caseta de feria, o de quiniela, hay uno que necesita que los otros le presten dinero porque los bancos ya le cobran un interés desmesurado. Los amigos acuden en su ayuda, pero usted observa que los gastos del prestatario son mucho mayores que sus ingresos. Empieza a dudar si podrá devolverles lo adeudado. La cosa se agrava cuando los hijos del amigo, mayores de edad, también incurren en gastos superiores a sus ingresos y que el padre deudor también debe hacer frente a estas deudas. Pero cuando de verdad empieza usted a temblar es cuando ve que su amigo gasta en cosas prescindibles, si no suntuarias.

Llegados aquí, usted y sus amigos acreedores envían una carta al gastoso en la que le dicen: queremos que gastes menos; o que aumentes tus ingresos; que gastes sólo lo equivalente a tus ingresos. Y vas a dejar también por escrito que tu primer desembolso cada año se destinará a pagar el plazo que toque de los préstamos.

El gastoso asentirá, pero dirá que no puede hacerlo de golpe, así que pedirá que le permitáis alcanzar el equilibrio entre ingresos y gastos, el déficit cero, en varios años. Y que lo de pagar lo primero los intereses quede en suspenso si le acaece alguna desgracia o si caen sus ingresos por causas de fuerza mayor. Pensad, os dijo, que se me hunde la casa o que una enfermedad, alguien en mi familia en paro, o cualquier situación de necesidad, me obligan a atender la circunstancia.

De seguro ese compromiso les tranquilizará. Desistirán de suspender los préstamos. Aunque seguirán atentos a si de verdad el deudor disminuye sus gastos.

El amigo deudor hubiera preferido hacer partícipes a toda su familia en la decisión y algunos incluso se sienten ofendidos por la carta conminativa; y por las formas. ¡Pero necesitan los préstamos y corre prisa recuperar la confianza de los acreedores! Pues eso es la reforma constitucional que ha votado más del 90% de los representantes democráticos de los españoles. No es suficiente; pero era necesario.

"Ah, pues yo hubiera hecho lo mismo si fuera el acreedor; y también en el caso del deudor: menos orgullo y tiquismiquis; ¡pagar las deudas es lo primero!", me aclaró el amable taxista.

Pero algo más de explicación, por parte de los dos grandes partidos, y un poco menos de infantilismo en los minoritarios y nacionalistas, hubiera sido de agradecer por mi taxista. ¡Y por mí misma!

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