En cómodos plazos, el PP se ha merendado a Ciudadanos en Murcia, Madrid, Granada y Castilla-León, mientras cuida a su último bocado, el Cs andaluz, antes de meterle el diente. Albert Rivera dejó a Ciudadanos muerto y Arrimadas lo enterrará en breve. Entregar todo el poder en 2019 al Partido Popular, donde quiera que hubiese una oportunidad, fue una temeridad impropia de un partido bisagra. Además ponía el futuro de la organización en manos del competidor más fuerte de su bloque ideológico, mejor implantado en el territorio. Un pacto ruinoso, a cambio de colocaciones que han permitido al personal de aluvión de Cs unos meses de gloria.

Sin embargo, al PP de Casado le salvó el cuello aquel adolescente Rivera, frustrado porque Sánchez ganó una moción de censura cuando a él las encuestas le daban ganador en unas eventuales legislativas. Así se le ocurrió que podría liderar a las tres derechas. Visto en perspectiva ha sido un disparate su estrategia. El PP no fue el partido más votado en las últimas autonómicas ni en Andalucía, ni en Madrid, ni en Granada, ni en Murcia, ni en Castilla-León. Mañueco esta semana se quejaba de que querían quitarle el cargo "en los despachos"; como si él lo hubiera ganado en las urnas.

Si había sido razonable que Cs facilitara la alternancia en Andalucía, después de décadas de gobiernos socialistas, lo coherente habría sido aplicar la misma regla en Castilla o Murcia. Y sobre todo en Madrid, donde se perpetraron decenas de casos de corrupción por cargos públicos del PP. Pero Rivera en su afán de venganza contra el usurpador de su trono virtual, prefirió convertir su partido en un sidecar de Casado: buenos sillones de segundo nivel, pero quien iba a los mandos del manillar, el freno y el acelerador con plenos poderes era el PP. Han tenido él y su partido la suerte que se merecen.

Ingenuamente, Juan Marín piensa que él es la excepción: una especie en peligro de extinción más protegida que el lince ibérico. En Canal Sur le dan muchos minutos en los telediarios para los temas intrascendentes. En las encuestas caseras de Bendodo sale como el segundo político mejor valorado de Andalucía, con un gráfico en el que se falsean los porcentajes para que se agiganten Moreno y Marín. El sondeo es generoso con Cs; le da cuatro o cinco diputados en el próximo Parlamento, cuando en encuestas independientes no sacan ni uno. (Una de GAD3 pronostica un solo diputado de Cs en el próximo Congreso). Marín y su Cs andaluz son el comodín de Moreno. Hará con ellos lo que le convenga, cuando le venga bien.

El teórico vicepresidente de la Junta ya sólo espera que se apiaden de él. Pero su suerte no será distinta de la de sus colegas de Murcia, Madrid o Castilla; el PP se lo merendará. Y Moreno tendrá que componer su próximo gobierno con Macarena Olona, que no es precisamente un lince domesticado.

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