La OTAN nació en 1949 como una coalición política de 12 estados capitalistas ante la caída sobre Europa de un telón de acero. Fue la respuesta al inicio de la Guerra Fría al final de los años cuarenta. La ONU se había creado en 1945, pero la capacidad de veto de la URSS en su Consejo de Seguridad le restaba eficacia, y el Tratado de Roma (CEE), no se iba a firmar hasta 1957. Por tanto, la OTAN era un ensayo de cooperación entre países que, ante la amenaza soviética, viró rápidamente hacia el sistema de defensa colectiva que es en la actualidad.

La metáfora del "telón de acero" es de W. Churchill, pronunciada en Missouri en 1946. El mundo de la segunda posguerra mundial se había diseñado en varias conferencias aliadas, con su presencia, junto a Roosevelt y a Stalin. El inglés no se fiaba nada del líder soviético y previó, como pocos, el estilo de "liberación" que el Ejército Rojo iba a hacer de Europa oriental. Pero no encontró en Roosevelt al cómplice necesario para frenar a Stalin y, cuando aquel falleció en abril de 1945, su sucesor, Truman, parecía poco versado en asuntos internacionales como para intervenir decididamente sobre el escenario europeo. La capitulación alemana se firmó el 9 de mayo y la suerte de Europa ya estaba echada.

En los últimos 23 años, la Organización Atlántica ha ampliado sus socios hacia el este de Europa, pasando de 16 a 30 miembros, lo que Putin considera una amenaza sobre Rusia, argumento esencial en su agresión contra Ucrania.

Hoy, gana credibilidad la existencia de un compromiso concertado hace más de 30 años entre James Baker, secretario de Estado (1989-1992) de EEUU, y Mijaíl Gorbachov, presidente de la URSS (1988-1991), acerca de que la OTAN no iba a incorporar a más países del Bloque del Este tras la reunificación alemana (1989-1990).

George F. Kennan (1904-2005), ideólogo de los principios estadounidenses de contención del comunismo recogidos en la Doctrina Truman y en el Plan Marshall, cambió notablemente su posición con los años. En 1997 declaró a The New York Times que "expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión inflame las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa". Y así ha sido.

La OTAN fue útil mientras supuso un contrapoder frente a la URSS, sin que llegase a entrar nunca en acción durante las décadas de mundo bipolar, ya que solo tras la implosión soviética tendría su bautismo de fuego con motivo de las guerras yugoslavas (Bosnia y Herzegovina, 1995).

Ahora, la amenaza que muchos europeos perciben en Rusia lleva a Suecia y Finlandia a pedir su ingreso. Todo esto supone justo lo contrario de lo que Putin pretendía.

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