Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Osos hormigueros

El tópico de los extraños compañeros de cama está hoy de perfecta actualidad política

Oye, perdona, ¿tú qué animal eres?" "Yo, un mixto-lobo?" "¿Y eso qué es?" "Mi papá era un pastor alemán y mi mamá, una loba… ¿y tú?" "Yo, un oso hormiguero", "Venga ya….". Fin del chiste. Malo pero longevo, viene al caso por los osos hormigueros que genera la política en tiempos convulsos y de profundo cambio institucional. Un oso hormiguero es la coalición italiana entre el partido antisistema 5 Estrellas y los derechistas de la Liga Norte, unos independentistas con claro motor económico, sin maquillajes identitarios. Tan hecho de agua y aceite está el proyecto que cuando esto se escribe, lunes, es posible que el sí o no a un ministro económico antieuro -otro mestizo raro- haya causado que tal matrimonio de conveniencia haya presentado la demanda de divorcio antes de tener siquiera boda ni coyunda política, y el presidente de la República haya convocado elecciones, otra vez (alárguese la o al leer). Este nuevo episodio de anarquía institucional, tan italiana, nos debe hacer reflexionar sobre lo que aquí, siempre un lapso detrás de los transalpinos, está sucediendo.

Pedro Sánchez quiere derrocar en sede parlamentaria al presidente Rajoy, un zombi con fecha de caducidad que sufre ahora las puñaladas amigas del pasado. Ah, el salsero Sánchez: "Quítate tú pa ponerme yo… a pesar de contar yo con la cuarta formación en votos". Vaya autoestima, Pedro. El poliedro que necesita aunar el PSOE para echar a Rajoy de La Moncloa es un oso hormiguero, y hasta uno con alas y branquias. Más allá de la insensatez de tener que pedir ayuda y prometer recompensa en especie a independentistas catalanes y vascos, uno se imagina el soponcio del PSOE andaluz el pasado sábado. En su nuevo sacar pecho extemporáneo, tras pocos meses de lealtad en terribles circunstancias para la unidad de España y su consideración internacional, Pedro, como lo llaman los afiliados, se ha pasado a la Comisión Ejecutiva de su partido por el forro. Qué mal rato pasaría Juan Carlos Blanco, el portavoz de Susana Díaz, con su móvil a revientacalderas mientras quizá tomaba un aperitivo sabatino: "¿Qué decimos, Juan Carlos?, ¿qué tenemos que decir?". En todas las familias cuecen habas, pero proponer un Frankestein aglutinado para el desahucio presidencial, un patchwork chirriante y altamente inflamable como el que necesita el político guadiana de la socialdemocracia, es poner las habas a cocer en una olla exprés con una válvula atascada. Las elecciones están servidas. Es lo suyo. Pero la pensión de Sánchez y su mudanza de temporada pueden esperar.

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