Oportunidad a la paz

Una guerra despiadada en el siglo XXI, con gente muerta de frío, mientras se habla del calentamiento global

En las fiestas de Navidad y Reyes se habló de paz, amor y generosidad, conceptos que se olvidan durante el resto del año. Es bochornoso que Vladimir Putin organice una falsa tregua de tres días porque la iglesia ortodoxa rusa celebra la Navidad el 7 de enero. Es doloroso que exista una guerra en Europa, porque Rusia invadió Ucrania, dos estados de culturas cristianas en sus orígenes, si bien estropeadas en el siglo XX por el comunismo soviético, una de las ideologías que más crímenes ha cometido en el mundo. En Europa nos hemos acostumbrado a una guerra que parece interminable, mientras se echa en falta una oportunidad a la paz, como cantaba John Lennon. No hay pacifistas en las calles, como aquellos jipis de los 60.

Los pacifistas, naturalmente, eran contra los yanquis. Contra Rusia es más difícil. Pero le hicieron bien al mundo, porque evitaron una tercera guerra mundial. Pusieron el foco en la paz, el amor y la libertad. Convencieron a los hijos de los revolucionarios para que guardaran las armas y se dedicaran al amor, que derivó al sexo. De Marx pasaron a Freud, Sartre y la Beauvoir. Se exterminaron con las drogas, y por ahí se habían perdido las mejores mentes de su generación, como escribió Allen Ginsberg en Aullido. Se perdieron casi todos.

Una parte del mundo se olvidó de Dios. La crisis ya era de humanidad. De la posmodernidad al nihilismo, una Aniquilación, como titula su última gran novela Michel Houellebecq. En Europa se ha instalado un populismo de extrema izquierda y extrema derecha que pisotea los consensos de la democracia. Y así estamos: con una guerra despiadada, en pleno siglo XXI, con gente muerta de frío, mientras se habla del calentamiento global. ¿Quién ganará? Ya todos van perdiendo. Se ha comparado este momento con dos boxeadores groguis, que siguen dándose puñetazos, y así seguirán. Hasta que caiga Putin, o se aburran de contar soldados muertos.

En paralelo, España vive en una burbuja extraña, en la que se habla de crisis y pobreza, mientras crece el turismo, a la vez que los precios de los alimentos han subido por las nubes. El Gobierno sigue recaudando más impuestos en plena crisis, aunque dice que sólo se lo subirá a los ricos, y suprime el IVA de los alimentos (sin que se note) para quienes no comen carne ni pescado.

Terminaron las fiestas y volveremos a la realidad, sin falsas treguas. El mundo se ha transformado en un lugar inhóspito, donde la idea que predomina es el egoísmo.

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