HE sostenido siempre que el gran error de Javier Arenas fue haber huido de Andalucía cuando Manuel Chaves le dio la vuelta a las encuestas y le derrotó -por segunda vez- en las elecciones andaluzas de 1996. Si se hubiera quedado en la oposición, con un Gobierno nacional presidido por Aznar camino de la mayoría absoluta, probablemente se habría sentado en el Palacio de San Telmo a la siguiente oportunidad (2000).

Pensó que más vale sillón en mano que sillón volátil: prefirió ser ministro de Trabajo. Pensando en su carrera personal, hizo lo mejor, lo legítimo y lo comprensible. Por el contrario, pensando en el destino del centro-derecha andaluz, arruinó para muchos años sus posibilidades de quebrar la hegemonía socialista en esta tierra. El PP-A nunca remontó su orfandad política. Ni siquiera podía remontarla, porque el propio Arenas puso todo el cuidado del mundo en pastorear al partido desde Madrid. Su liderazgo impidió que surgieran otros.

Cuando volvió a la política andaluza, volvió obligado. Marcado por el signo de la derrota, que no es la mejor enseña para liderar la resurrección de una proclamada vocación andalucista. De todo se pueden hacer relecturas en la vida política, pero objetivamente Javier Arenas se acordó de que Andalucía necesitaba un cambio cuando el PP perdió las elecciones generales, no antes. Chaves se vino a Andalucía a palos, siendo ministro; Arenas se ha venido encantado... cuando dejó de serlo.

Es curioso que el mayor desafío que tiene ante sí Javier Arenas no es desalojar al PSOE de la Junta (como candidato a presidirla), sino ayudar a Mariano Rajoy a desalojar a Zapatero de la Moncloa (como presidente regional del PP). Lo primero, si bien se mira, está al albur de lo que ocurra con otras dos fuerzas políticas atravesadas por crisis profundas (IU y PA), y no le será difícil vender como éxito su más que probable aumento de escaños autonómicos. Lo segundo, en cambio, carece de terceros elementos en liza. Lo que se ventila es cuántos de los 61 diputados andaluces en el Congreso sacará el PSOE y cuántos el PP. En otras palabras, qué aportación hará Arenas, si la hace, en el lote de doce o quince escaños en los que se centra la auténtica pugna de Rajoy y Zapatero por hacerse con la mayoría. Si la cuota de Arenas es escasa, como hasta ahora, habrá fracasado en su misión fundamental.

Algo de eso habrá intuido el líder del PP andaluz cuando ha olvidado su discurso de la renovación a la hora de confeccionar las listas al Congreso. Ahí está la Operación Rescate de Soledad Becerril, Gabino Puche y Teófila Martínez como números uno de Sevilla, Jaén y Cádiz. Viejas glorias para un viejo sueño insatisfecho.

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