Recibo una maravillosa noticia y si llego a ser la de hace algunos años atrás la hubiese celebrado al ritmo de Occidente, sinónimo de bullicio, alcohol y brindis. Sin embargo, me pilla más Oriente y la mejor celebración para tan grandiosa buena nueva es el silencio y la serenidad que esta lejana tierra predica.

Oriente ha mostrado al mundo su visión del hombre solo como un alma; Occidente, se ha dejado deslumbrar por lo aparente y externo negando en cierta medida el interior. Ha sido capaz de desarrollar la ciencia, la banca, la musculatura… de imponer la modernidad y de avanzar en la tecnología a costa de siempre sentir un perenne vacío que ha ido dejando una clara estela de sufrimiento. La desgracia de Oriente, convencidos de que lo exterior es irreal, es no haber tenido la oportunidad de alimentar ese monstruoso avance del que los primeros presumen a costa de pagar un alto precio: la eterna sensación de carecer de algo. Mientras, Oriente ha consentido permanecer hambriento y esclavizado.

Siguiendo con esta visión que Osho difundió en uno de sus discursos añade que solo un hombre desgraciado necesita divertirse, que es una estrategia muy astuta para evitar el sufrimiento. La verdad, me dejó parada en seco porque recordé muchísimas de las diversiones en las que por voluntad propia me vi involucrada y que lo único que a la larga consiguieron dejarme fue un profundo vacío. Evadirte con la diversión no evita el sufrimiento, bien que lo sé, solamente hace que te olvides por un momento de él.

A este otro lado en el que ahora me encuentro de mi mundo, después de mucha occidentalización, he descubierto misterios, tesoros y secretos que no puedo acreditar para demostrarlos ya que excepto yo misma nadie los conoce. Y esto hace que cada vez me aturda más la masa y el bullicio ya que lo que mi ser busca ahora es serenidad interior y calma. Pero no voy a retirarme a un hipotético Himalaya porque entonces habría una parte de mí anulada ya que en el fondo hay un Occidente y un Oriente que me habitan. Y como Osho atesora y me recuerda, elegir la mitad del hombre ha sido la causa de la desgracia humana hasta el presente. Tanto el interior como el exterior forman parte de este breve sueño que llamamos vida.

La gran noticia que vino de afuera me ensancha el alma y ahora me nace, serenamente, desde dentro celebrarla y meditarla.

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