El origen del Nacimiento como representación de la venida de Jesús al mundo se debe a San Francisco de Asís que en la Navidad de 1223 en una gruta del pueblo italiano de Greccio improvisó la escenificación del suceso con unos cuantos de sus discípulos, algunos lugareños y, dada su sintonía con toda clase de animales, también reclutó para la performance varios especímenes de las granjas cercanas. El objetivo del fundador de la orden franciscana era hacer entender a los ignorantes campesinos el ambiguo mensaje que Juan anunció en su evangelio: "Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Aquella puesta en escena del establo donde María alumbró a Jesús, del pesebre que le sirvió de improvisada cuna y de los variopintos personajes que les acompañaron en el trance resultó ser todo un éxito convirtiéndose en costumbre el adornar durante las fiestas navideñas las casas y las iglesias con una representación del nacimiento de Jesús. El belén (ahora conviviendo con un símbolo protestante como es el árbol de navidad) sigue estando presente en la mayoría de hogares cristianos y no es extraño que los niños fascinados con su montaje, los personalicen introduciendo elementos discordantes tal que dinosaurios, cowboys, piratas o cualquier otro juguete de moda por improbable y anacrónica que fuera su presencia en aquellos bíblicos lugares. Recientemente algunas corporaciones de sesgo comunista (y, por definición, anticlericales) reinterpretaron las navidades ya sea sustituyendo el clásico belén por un apilamiento de muebles y cajas que muchos confundieron con un punto limpio municipal (Barcelona) o ataviando a sus personajes -los Reyes Magos- como auténticos mamarrachos (Madrid). En ambos casos el objetivo era el mismo: hacer mofa de las creencias de la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, más desconcertante es lo que podemos calificar de nueva exégesis que del belén hace el propio Vaticano. El Portal que este año se exhibe en la plaza de San Pedro es ciertamente peculiar. Las figuras habituales son hieráticos adefesios que a duras penas se asocian con la Virgen, San José o los Reyes Magos, máxime si uno se fija en la extraña presencia junto a ellos de un astronauta (aludiendo quizás a las teorías de Eric von Däniken y las supuestas influencias extraterrestres en el desarrollo de la humanidad) y una especie de guerrero enmascarado que recuerda a Darth Vader, el malvado procedente del lado oscuro de Star Wars. San Juan profetizó en el Apocalipsis que: "El Anticristo está sentado sobre una ciudad de siete colinas" (Roma) y, en ese sentido, este belén amparado por las autoridades eclesiásticas está más cerca -al menos estéticamente- de lo luciferino que de lo celestial. ¡Con lo bien que podrían haber quedado con un nacimiento tradicional con las figuras portando mascarillas para confortar a los creyentes en estos tiempos de pandemia!

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