El lanzador de cuchillos

Nostalgia de Carmena

La zurda tiene un tic autoritario que le impide aceptar a la derecha como alternativa de gobierno

Ha sido llegar a la Alcaldía de Madrid el PP -y Cs, ese partido autodenominado de centro, espacio político en el que se refugia la derecha vergonzante- y ya tenemos en los medios, las redes y la calle el habitual espectáculo demagógico y sobreactuado con el que la sedicente progresía nos castiga las meninges cada vez que pierde el poder. Nadie se ha salido del guión previsto; a saber, el panfleto, el chiste cuartelero y chusco, el griterío real o virtual. Todo muy previsible: las campañas de la izquierda deberían estar patrocinadas por Norit, el borreguito.

La zurda tiene un tic autoritario que le impide aceptar a la derecha como alternativa democrática de gobierno. Ya pueden los votantes decir misa (con perdón). No les cabe en la cabeza que Almeida o Juanma Moreno, al que también le bailaron el bimbó alrededor del Parlamento el día de su investidura, tengan el mismo derecho a mandar que los socialistas, los independentistas catalanes o los colegas de Josu Ternera. O gobiernan ellos o la alternativa es la algarada, la amenaza, el abucheo: "O nosotros o el caos".

Cuando la izquierda está al mando, sin embargo, todo fluye, porque el pecado apenas roza su alma democrática, blanca y virginal como la de una novicia laica. ¡Parece tan lejano el día en que Carmena inauguró un Madrid distinto y feliz, donde los policías locales ayudaban a los okupas a decorar corralas y los médicos de las mareas permanecían ociosos porque Manuela había derogado los desahucios y el cáncer de pulmón!

Los años de la Abuelita Paz al frente del Ayuntamiento han sido, a decir del progrerío, puro alborozo, como las performances de Kika Lorace, el transformista que celebró el advenimiento de la Alcaldesa de la Gente con un vídeo en el que mostraba un Madrid colorista, desenfadado y sin obras. Nada que ver con el que había dejado Ana Botella… ¡24 horas antes! Hasta Julio Iglesias acabó profesando la fe carmenista: "Desde que llegó a mi vida, soy dichoso como nadie, porque cada día me espera la dulzura de sus besos y ese amor inmenso que me da Manuela".

Y cuando en la capital, y por ende en toda España, se había instaurado la alegría por decreto, los refugiados eran bienvenidos y reinaban la armonía y la concordia, van los electores y aguan la fiesta votando a la derechona por un quítame allá ese Madrid central o estas bolsas de basura. "Pues si se creen que lo vamos a consentir es que no nos conocen: a ver, cantad conmigo: ¡Almeida, carapolla!".

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