Tierra de palabras

Nómada

Me confieso una incondicional de todo lo que tenga que ver con la estela de Battiato

Me confieso una incondicional de todo lo que tenga que ver con la estela de Battiato. Entregada a las enseñanzas de este interminable maestro al que llaman el humanista del pop por eso de que nunca dejó de buscar nuevas expresiones artísticas. Y entregada también a la fascinación que me produce la cuidadosa forma con la que caminó por este desatendido planeta.

Me levanto de la mesa y voy al cuarto donde reposa la antigua caja de colonia de Agua fresca de Adolfo Domínguez. Dentro rebusco entre los recuerdos que viajan a lugares lejanos y emociones pasadas, pistas de momentos irrepetibles e inolvidables. Paso casi de puntillas por papeles y fotos hasta que consigo encontrar lo que sé que está allí y estoy buscando: el folleto que anuncia un concierto de Franco Battiato en el Teatro Cervantes de Málaga, allá por mayo de 2002; gira en la que presentaba su último trabajo de entonces Ferro Battuto (Hierro forjado). Era el álbum número veintiuno de su discografía en el que intenta "sugerir una melodía que acompañase las distintas situaciones de la vida", rodeado por su banda y por el Nuovo Quartetto Italiano de cuerda. Toda la música había sido escrita por él y las letras por Manlio Sgalambro, filósofo que le acompañaba en la gira como voz.

Llegamos a nuestro pequeño palco pisando por primera vez el Teatro Cervantes y aquello fue toda una experiencia indescriptible. Tan avanzado a lo que hasta entonces habían visto mis ojos que entonces no tuve la capacidad de asimilar el trasfondo del mensaje. Lo único que tuve claro es que, en el tiempo que el concierto duró, Battiato se transformó en música, se mimetizó con ella, la hizo suya o, mejor dicho, él se puso al servicio de aquella majestuosa mezcla de melodías, filosofía y poesía. No paró de danzar, de sentir, de intuir… también de recogerse sentado al borde del escenario en un diván dando la espalda a los músicos para proyectar su verdad y expandirla por el patio de butacas en ascenso hacia los palcos. No había visto nada igual, ni lo he vuelto a ver.

Devuelvo el folleto a su caja con esmerado cuidado y tapo los recuerdos.

La sombra de la luz abre mi Savia de amor, el recital poético multidisciplinar que recorro de la mano técnica de Javi Céspedes; una canción de una honda espiritualidad, una canción que es un rezo, una sagrada sinfonía del tiempo.

Conquistada tienes ya la luz que en ella predicas.

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