Niños afuera

Cuántas cosas elementales estamos descubriendo por el triste procedimiento de echarlas de menos

Ponen los niños un pie en la calle y las sombras distópicas del confinamiento huyen con el rabo entre las piernas. Qué diferencia. Lógico que un distintivo indisimulable del mal sea el odio a la infancia expresado de todas las maneras posibles, desde los sacrificios a Moloch en sus versiones antiguas o modernas hasta la cultura del nihilismo y la esterilidad. Cualquier niño es el enemigo más poderoso de las sombras.

Cuántas cosas elementales estamos descubriendo por el triste procedimiento de echarlas de menos. Hasta yo, que llevo veinte años escribiendo articulillos irónicos contra las ferias, me marcaba ahora unas sevillanas a la primera oportunidad, por no hablar de cosas más serias, como el trabajo nuestro de cada día o la misa a la que tantos no pueden ir. Viendo a los niños por la calle, he descubierto (a buenas horas, mangas verdes) el secreto más obvio de la Navidad. Normal que fuese un Niño recién nacido el que trajese la redención a la Humanidad. Más acá de Teologías, la cosa tiene (basta asomarse a la calle) toda la razón del mundo.

Con esta cortedad de espíritu que le entra a uno entre el encierro y la actualidad política, me preguntaba si Pablo Iglesias conseguiría rentabilizar su arrepentimiento retroactivo, cuando, aprovechando la indignación de la gente con su propio Gobierno, dijo que había sido él el que dio marcha atrás al disparate de los niños en los supermercados. Ahora, me da igual.

Porque la alegría de los niños en la calle y de la calle con los niños no puede rentabilizarla nadie. Es de todos y juega a favor de la de la bondad, de la belleza, de la vida. ¿Recuerdan cómo cambiaba una ciudad o el campo cuando llegaba la primavera o cómo la playa con la luz de junio? Pues esos son pálidos reflejos maravillosos de lo que cambia todo, hasta la más ordinaria acera, con los niños.

Por supuesto, es importante que estos paseos se hagan con todas las medidas de seguridad para que la pandemia no se nos desboque y no tengamos que lamentar tragedias mayores y la pérdida de esta libertad feliz. Creo que se hará. He visto que se está haciendo con cuidado.

Entre los muchos y grandes problemas que España tiene que replantearse al salir y para salir de esta crisis, está el suicidio demográfico. Las negras cuentas están claras. Ahora, también hemos sentido la tristeza de un mundo sin niños. Y la alegría de recuperarlos. Hay que aprovechar este subidón.

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