La misa de nochebuena, había sido hermosa. La pequeña iglesia de aquel barrio chicano de Detroit, brilló como un ascua de luz durante la celebración del nacimiento del niño Dios. Cada uno había traído un instrumento musical de su tierra y nunca había sonado el coro como aquella noche. Durante el Padrenuestro se cogió de la mano de su marido y los tres hijos. ¡Cómo habían crecido desde agosto!. Tras la misa hicieron una pequeña fiesta, en la que todos aportaron un plato o una bebida. Una nube de tristeza la envolvió, cuando todos se marcharon y ella quedó allí, una vez más sola entre imágenes de santos con mirada amenazadora y olor a cera quemada. Suspiró, apagó la luz de la iglesia y se fue a la pequeña habitación que hacía las veces de biblioteca parroquial, donde le habían instalado una cama portátil y mal dormía las noches.

Ya acostada pasó revista una vez más, como si fuera un bucle interminable, a todo lo que le había sucedido en el año. Recordó, como en un sueño ahora muy lejano, la pequeña casita de barrio donde ella y los suyos eran tan felices. Cuantas dificultades tuvieron que sufrir, desde que su marido y los hijos emigraron desde Méjico. La larga separación, las angustiosas llamadas telefónicas hasta que un día no pudo más y decidió cruzar ilegalmente la frontera, cruzando el río Bravo. Tras unos meses trabajando sin papeles la detuvieron y fue deportada. Ella no se arredró, pagó a los coyotes y entró de nuevo ilegalmente, esta vez con un visado falso. Como el marido y los hijos ya tenían la nacionalidad norteamericana, la cosa fue más fácil, trabajó como limpiadora y luego encontró un buen empleo como cuidadora de niños. Los hijos se aplicaban en la escuela, su marido era conductor de autobuses y una prosperidad nunca conocida, se instaló en su casa. De repente, empezó a aparecer en la tele la imagen de aquel ricachón de extraño tupé rubio que predicaba el odio racial. Lo malo fue que ganó las elecciones y las cosas cambiaron hasta tal punto que en agosto, le dieron el soplo de que la Migra, iba a por ella. Fue entonces cuando el padrecito la acogió en la iglesia, porque allí no se atreverían a detenerla. Desde entonces vive allí, soñando con volver a reunirse con los suyos. Trump quiere construir un muro en la frontera, pero ya no le hace falta porque tiene dentro, otro invisible. Ella ya sufre el muro y sólo le queda la esperanza, de que el niño Jesús realice un milagro esta Navidad. Llorando, la vence el sueño.

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