Navegaciones

Pese a los hallazgos recientes, no está claro que los homínidos extintos pudieran desplazarse por mar

Leemos con fascinación y cierto escepticismo la reciente noticia, sumada a otras similares de los últimos años, que apunta a la posibilidad de que los homínidos del Pleistoceno, mucho antes de la aparición de nuestra especie, navegaran por el Mediterráneo hasta llegar a las islas del Egeo. Las evidencias más antiguas estaban hasta ahora limitadas a Oceanía, unos cincuenta mil años antes de la Era, cuando los primeros pobladores llegaron, no sabemos cómo, pero a la fuerza por mar, a la isla continente de Australia. Otros casos, como los de la Isla de Flores o Java, en Indonesia, son más controvertidos, y también se plantean dudas respecto de islas de otros mares pobladas desde antiguo. Las travesías del Paleolítico se dan por atestiguadas, pero si nos remontamos más atrás seguimos transitando por el terreno de las conjeturas. Un tronco flotante, de los que llegan al mar después de los temporales, habría permitido a nuestros ancestros comprobar que agarrados a él, o sentados a horcajadas y ayudándose de los brazos, podían desplazarse sin esfuerzo. De ahí habrían pasado a la construcción de balsas, canoas o embarcaciones primitivas, de madera o cuero, que permitirían salir a mar abierto y volver o no volver a los lugares de partida. Puesto que se trata de materiales perecederos, salvo en casos excepcionales, es casi imposible encontrar un rastro arqueológico directo, de modo que los paleoantropólogos y prehistoriadores deben limitarse a identificar restos de la pesca de altura o deducir sus tesis de los supuestos movimientos de población y los datos geológicos, como las glaciaciones y la consiguiente bajada del nivel del mar que en ciertas épocas habría hecho posible -o no, confirmando el aislamiento de tierras que sin embargo fueron habitadas- desplazarse por pasos luego inundados. El consumo de pescado procedente de ríos, lagos o aguas costeras está documentado desde hace cientos de miles de años y sabemos, por las pruebas que aportan algunos yacimientos, que ya formaba parte de la dieta del homo erectus, o sea de una de las variedades conocidas más antiguas de la especie. Ahora bien, incluso contando con la ayuda de vientos y corrientes, la navegación por mar de los homínidos extintos, se entiende que en grupos que pudieran sobrevivir y reproducirse en los lugares de destino, presupone habilidades cognitivas, entre ellas alguna clase de lenguaje rudimentario, que no está claro que podamos atribuir a nuestros lejanos parientes. Se trata de un enigma de momento irresoluble, pero es cierto que las últimas investigaciones tienden a presentar a los antecesores del sapiens, al cabo homines, con un grado cada vez mayor de autonomía.

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