Naranja flameante

La gente se dedica a mirar el cielo porque hay signos ominosos que parecen anunciar algo. ¿El qué? No lo sabemos

Estos días se ve mucha gente asomada a las ventanas y mirando al cielo, como en los tiempos más duros del confinamiento de hace dos años. Pero ahora nadie aplaude y nadie pone música. Los ánimos ya no están para bailecitos en Tik-Tok. Está claro que la gente está preocupada con la guerra de Ucrania, y más aún cuando hay extraños signos en el cielo. ¿Se han fijado en la calima medio gris y medio naranja de estos días? ¿Han visto la fina capa de arena sahariana que cubría las terrazas? ¿Han reparado en las huellas de palomas que había sobre la arena, o sobre el polvo, o sobre lo que fuera que cubría las baldosas? He dicho palomas, pero las huellas quizá no eran de palomas sino de cotorras argentinas, esas cotorras que vienen a graznar por la mañana como si fueran una banda de mariachis borrachos. Bien, el caso es que la gente se dedica a mirar el cielo porque hay signos ominosos que parecen anunciar algo. ¿El qué? Eso no lo sabemos, pero el cielo presenta un tono naranja muy raro. Es un naranja triste, como de mandarina pocha. Los catálogos Pantone definen ese tono particular de naranja como "naranja flameante" (es el Pantone 15-1160, me soplan), pero más bien parece un naranja flambeado. Un naranja mustio, agotado, moribundo. El tono del final de una época. El color que anuncia los malos tiempos.

"No se oye un solo canto fúnebre cuando se entierra una época", escribió Anna Ajmátova en San Petersburgo, en los días de la Revolución soviética, justo cuando se estaba enterrando una época. Ahora ya no tenemos cantos fúnebres -muchos jóvenes ni siquiera sospechan que pueda existir una cosa así-, de modo que ese cielo teñido de polvo naranja quizá sea el canto fúnebre con el que se va a enterrar nuestra época. De la guerra de Ucrania no va a surgir nada bueno, y aunque los heroicos ucranianos resistan hasta el final, el mundo que viene va a pisotear todo lo que ellos han defendido con uñas y dientes. La democracia parlamentaria, los derechos civiles, la alternancia política, la transparencia informativa, los consensos: todo eso se va a ir al garete. Una fórmula terrible -el autoritarismo político de un Estado comunista combinado con la economía despiadada de un país ultracapitalista- es lo que se nos viene encima. La fórmula china. Eso es lo que anuncian esos cielos de naranja flameante. El fin de una época. Nuestra época.

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