Es archiconocida la expresión "Roma no paga traidores" con la que, tras la muerte de Viriato a manos de tres de sus hombres vendidos al Imperio y después de reclamar éstos la recompensa de su felonía, fueron expulsados sin honor ni ganancia. Tal frase, se dijera o no, ha quedado en la Historia como ejemplo de la integridad y la honra de los romanos, de su dignidad, algo que les impedía premiar infamias. Pero, por desgracia, los tiempos cambian y lo modélico muta. No resulta casual que fuera la primera idea que se me vino a la cabeza cuando conocí el desglose de los Presupuestos Generales del Estado que presenta el Gobierno de Sánchez. A la Cataluña insurrecta, ésa que ha protagonizado una auténtica rebelión declarando unilateralmente su independencia, la que constantemente nos desprecia y nos considera unos catetos antidemocráticos, el ambicioso e irresponsable Pedro Sánchez riega de millones. No me detendré en cifras concretas, aunque sí en que el aumento para esa autonomía tan leal supera de largo el 50% de los recibido en el anterior ejercicio.

Y es que, en esta España nuestra de los dislates, ofender, agredir, mentir y traicionar son conductas que paradójicamente rentan. El deterioro ético del país es de tal magnitud que la mayoría, liderada por un mentecato soberbio y ambicioso, no duda en postrarse a los pies de una minoría hostil, faltona y supremacista. Se me objetará que con ello sólo busca mover la voluntad de Puigdemont y de Junqueras para que consientan votar un proyecto de ley que le permite alargar la legislatura. Miren, hay medios que jamás podrán ser justificados por sus fines y aún menos cuando éstos no persiguen el bien común, sino la mera conservación personal del poder. Moncloa sí paga traidores y defiende sus privilegios sin recato ni vergüenza.

Añadan que lo que suma para unos, para los demás resta. A la indignación por la desnudez moral de quien nos manda hay que unir el agravio que su vileza nos causa. ¿Dónde quedan las legítimas demandas de aquellas autonomías que han cumplido estrictamente las normas? ¿Dónde sus necesidades, a veces de extrema urgencia? ¿Es de recibo que los ricos terminen siendo más ricos y los pobres más pobres?

Mi esperanza es que Pedro, el inelegido, acabe pagándolo. Ha demostrado ser un presidente sin principios, un truhán de la política que, por fullero y minúsculo, no merece nuestra confianza. Ojalá que, más pronto que tarde, así sea.

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