E N '1984', esa premonitoria distopía que sobre el futuro de la humanidad escribió George Orwell, se nos muestra una sociedad gobernada por un régimen totalitario donde impera la represión política y social. Una de las señas de identidad de la sociedad orwelliana es la eufemística denominación de sus principales ministerios. El nombrado como "del Amor" es aquel que se ocupa de administrar castigos y torturas a quienes no exterioricen una adhesión incondicional al "Gran Hermano" y la ideología del partido. El "Ministerio de la Abundancia" planifica la economía y se asegura que la gente viva casi en la indigencia gracias a un duro racionamiento. La misión de lograr que la guerra sea permanente al objeto de poder dirigir el odio del pueblo hacia enemigos externos en vez de promover revueltas sociales, corresponde al "Ministerio de la Paz" y el de "la Verdad" es el encargado de manipular o destruir libros y archivos para que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia. Uno no puede evitar evocar la novela al comprobar la inquietante semejanza con uno de los ministerios puestos en marcha por la izquierda en España: el Ministerio de Igualdad. Concebido en el 2008 por Zapatero -y patroneado por la inenarrable Bibiana Aído- ha sido recuperado recientemente por su alumno más aventajado, Pedro Sánchez, para ponerlo en las manos de un personaje aún más esperpéntico, si cabe, que su predecesora, Carmen Calvo (capaz de confundir el latinajo "dixit" con los ratones "Pixie y Dixie"). Aunque apelando al sentido común, tal ministerio se antoja superfluo según el artículo 14 de la Constitución: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra causa o condición personal o social"; lo cierto es que resulta ser una herramienta esencial para poder elevar a la categoría de ciencia lo que no es más que una superchería: la ideología de género. Lo que aparenta ser una loable lucha por la igualdad de hombres y mujeres en todos los ámbitos y esferas de la vida se torna en una patética farsa totalitaria cuando la solidaridad con las agraviadas se supedita a su adscripción política. La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, suele ser habitual objeto de escarnio por parte de la grey independentista y así epítetos como "malparida", "cerda" o "mala puta" son tan frecuentes en sus comparecencias públicas como los "elogios" que (de mujeres) recibe por las redes sociales: "Deseo que cuando salga esta noche la violen en grupo porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa". Corroborando las tesis de Orwell, nadie del cacareado -y muy concurrido- Ministerio de Igualdad ha osado abrir la boca para defenderla. La razón: no ser de izquierdas. Pronto, si alguien no lo remedia, el Gran Hermano velará por ella.

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