El mástil

José / Villalba / Josevillalba@inicia.es

Modelos erróneos

LAS luces de alarma se encienden ante nuestras narices, pero nosotros nos encogemos de hombros. Recordemos algunos sucesos de estos días. Un sujeto reclamó una indemnización por los daños causados en su coche por el cuerpo de la persona a la que había atropellado. Unos impostores se lucran pidiendo ayuda económica en nombre de la familia de una niña secuestrada. Dos jóvenes son detenidos por violar a una chica y grabar el acto con la videocámara del teléfono móvil. ¿Es necesario proseguir la enumeración? Los casos en que las mayores abyecciones adquieren tintes cotidianos se acumularían hasta asfixiarnos. Una enfermedad muy grave devora el andamiaje ético de parte de la sociedad española. Ya se sabe que éste fue siempre un país de pícaros y que las carencias aguzan el ingenio si se trata de sortear apuros a costa de los incautos. Pero eso es distinto. Actualmente, la necesidad se ve sustituida por la ambición, la pillería deviene en iniquidad y los malos instintos relevan sin rubor al instinto de conservación. Se hace evidente que asistimos a un derrumbe de las escalas básicas de valores y que ese derrumbe es cada vez un fenómeno más extendido. Sin duda, nos estamos dejando adulterar por modelos erróneos, en unos tiempos en que cualquier mediocre consigue fama y dinero por el solo hecho de escandalizar. Viendo la basura que nos sirve a cualquier hora la televisión (pedagoga omnipotente de nuestra juventud) y la conducta habitual de muchos representantes públicos (sus mentiras descaradas, sus puntapiés al espíritu democrático, sus trifulcas permanentes, sus corruptelas a granel, sus principios de plastilina), ¿podemos esperar otra cosa?

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