NO se fíen de las apariencias. La ministra de Defensa, Carme Chacón, prodigó ayer mimitos y carantoñas, achuchones y piropos, al candidato Rubalcaba, que le correspondió encantado. Fue al día siguiente de que Chacón retomara su propia candidatura a secretaria general del PSOE, que fue desactivada precisamente por Rubalcaba cuando se empezó a hablar de primarias. Como tantos otros socialistas, la catalana está pensando ya en el 21-N y en lo que va a ocurrir en el PSOE a partir del día de la derrota, y pensando, además, que ésta será abultada, estrepitosa. Tanto como para reactivar su ambición brevemente aletargada de hacerse con el control del socialismo español durante la próxima travesía del desierto. No digo que llegue a desear la debacle presentida, pero es un hecho cierto que sólo un gran descalabro de Rubalcaba, tan mimado, acariciado y piropeado ayer por ella misma, le permitiría soñar con la secretaría general del PSOE. Con un resultado honroso pasado mañana, Rubalcaba volvería a ser apoyado por el aparato del partido y la mayoría de los barones territoriales -bueno, de lo que quede de ellos después de tres elecciones consecutivas perdidas- y ella tendría que postergar nuevamente su legítimo anhelo: una mujer catalana y relativamente joven al frente del principal partido de la oposición (y años más tarde, al frente del Gobierno de la nación). Y González Pons diciendo que desea que el PSOE no se hunda. ¡Qué tío más cínico!

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