Tierra de palabras

"Mercancía" legal

El griterío de horror de aquellos animales me reafirmó que hacerme vegana fue una gran decisión

Desde pequeños ya estudiamos que los paisajes naturales son aquellos que no han tenido intervención de la mano del hombre para su beneficio y en ellos solo encontramos elementos naturales. Por otro lado, lo que llamaríamos paisajes transformados son los que modifica el ser humano para obtener alimento, vivienda, provecho…

Hay una preciosa ruta que suelo transitar todas las mañanas y ahora que escribo sobre esto caigo en la cuenta de que si me gusta pasear por ella es porque se encuentra poco modificada y está presente toda la verdad de la naturaleza. Tonos primaverales; setos silvestres de flores con una variada paleta de colores; distintos verdes en hojas, lomas y matorrales; azul cielo y alguna que otra esponjosa nube; el curso medio del río, manso, camino a su desembocadura… y vacas con sus becerros plácidamente pastando. Aire puro. Y de fondo, la sinfonía de los pájaros.

De la mano del hombre, ya casi al final del trayecto de ida, punto de referencia para darme la vuelta o continuar según el tiempo del que disponga, un establo mimetizado con el entorno, sin levantar apenas sospecha, hasta que una soleada mañana dio la cara todo el horror que escondía.

No suelen pasar por el carril apenas coches y más hasta tan al fondo, pero ese día desde el inicio de la ruta algo despertó mi sospecha, algo pasaba que no era habitual y presagiaba que la intervención del hombre no era baladí en aquella jornada. A medida que iba acercándome a lo que creí un hogareño establo, un lamento atronador comenzó a ensordecer el hilo musical habitual de los pájaros. No entendí muy bien qué pasaba pero los mugidos eran tan desgarrados que me empezó a poner en alerta de lo que supuse me esperaba si seguía hasta ese punto de referencia. La incredulidad o quizás la necesidad de información para escribir esto que lees ahora me hizo continuar hasta meterme en la boca del lobo. Una vez dentro observé a todas las vacas separadas de sus terneros y metidas en un callejón estrecho que comunicaba con un gran camión ya cargado de ganado supongo directo al matadero. Tuve que apartarme del carril para dejar paso a aquella cabina que arrastraba un contenedor de dos plantas en el que iba hacinado el ganado y que poco tiempo después volvió vacío para recoger más "mercancía".

El griterío de horror contagioso de aquellos animales me reafirmó que hacerme vegana fue una de las mejores decisiones de mi vida.

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