Mentir

Si todos podemos mentir en determinadas circunstancias, es absurdo fiarnos del "Yo sí te creo"

Hace años se hicieron por sorpresa unas pruebas antidoping a unos deportistas olímpicos. Uno de los deportistas que dio positivo alegó que todo se debía a que había estado practicando sexo oral con su mujer embarazada. Fue un gran derroche de imaginación que demuestra lo fácil que nos resulta mentir si las circunstancias nos empujan a ello. Y en la vida podemos mentir por muchísimas razones: por vergüenza, por miedo, por amor, por rabia, por avaricia, por despecho, por necesidad económica, por celos, por envidia, por rencor, por lo que sea…

Esta semana nos hemos enterado de que la agresión homófoba de Malasaña fue un invento de la supuesta víctima. Pero lo increíble del caso fue la histeria mediática que se desató cuando se difundió la noticia de la agresión homófoba. De repente, Malasaña era Auschwitz y había una manada de torturadores sueltos que perseguía a los homosexuales. Desde la izquierda empezaron los gritos que acusaban a Vox de estar detrás de las agresiones. Y desde el otro lado se acusaba -veladamente- a las bandas latinas. Nadie tuvo la precaución de esperar a que la Policía investigase el caso. Un simple rumor bastó para que todo el mundo empezara a lanzar su artillería ideológica. Así vivimos en estos tiempos de intoxicación ideológica aguda.

Ahora, cuando se ha descubierto todo, se le intenta echar la culpa al pobre chico que mintió. Pero ese chico sólo tuvo miedo de que su pareja se enterara de que había tenido una aventura sexual a escondidas. ¿Quién de nosotros no habría hecho lo mismo? ¿Quién está libre de mentir por miedo o por vergüenza? Y justamente por eso ninguna ley se debe basar en el principio de que hay determinadas personas que nunca mienten. Si todos podemos mentir en determinadas circunstancias (por miedo o por despecho o por vergüenza o por los motivos que sean), es absurdo fiarnos del "Yo sí te creo" cuando se trata de una supuesta agresión contra una mujer o contra un homosexual. Toda investigación judicial debe regirse por el frío escrutinio de los hechos sin presunciones de culpabilidad adjudicadas de antemano. Y si no lo hacemos, si pensamos que hay gente que nunca miente -como ocurría en los regímenes fascistas o comunistas, donde determinadas personas tenían por su rango una palabra que valía más que otra-, vamos directos al estado totalitario. Al infierno.

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