La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Mejor venerar que besar

Saldremos más fuertes porque tenemos que vivir más el interior y porque aprendemos a disfrutar desde la distancia

Está muy bien que las imágenes sagradas no sean besadas, sino simplemente veneradas. No estaría nada mal que uno de los hábitos que persistan tras este tiempo que nos ha tocado sufrir sea el prudente distanciamiento de nuestras devociones. Por higiene y por conservación de las tallas. El toqueteo no le hace ningún bien a las esculturas. Son mucho más bonitos los carteles con el término "veneración", que hemos rescatado por efecto de esta pandemia. Se adora al Santísimo Sacramento y se veneran las imágenes. Por más que me lo han explicado, nunca he entendido el manoseo de los talones, ni del dorado de los pasos, ni de los mantos. Hay imágenes que no sólo tienen que sufrir el roce de los labios, sino que luego les pasen el pañuelo tras cada beso. El gesto es hermoso, pero absolutamente evitable. Nada más bello que orar con la mirada, ese diálogo mudo entre el devoto y la imagen que sólo ellos dos entienden, que sólo ambos saben lo que se dicen: los ruegos, los reproches, los lamentos, las gratitudes... Esas conversaciones en silencio a la luz de la cera del altar, con el humo del incienso y los murmullos de fondo de las tertulias que se forman en los atrios y patios o a la vera de las puertas. Seamos positivos porque ha llegado la hora de venerar sin tocar. Nada impide el culto más íntimo y personal. Los besamanos han sido siempre el mejor momento para mirar las imágenes. Y la Semana Santa, la oportunidad para contemplar el conjunto que forma la imagen en el paso con el cortejo y el público. Mirar cuanto ocurre alrededor de un paso me ha parecido siempre más interesante que fijar la vista en el rostro de la imagen en ese momento. Las imágenes nos esperan todo el año en los altares, en los azulejos para rezar a cualquier hora del día, en las estampas que alumbran el hogar, el vehículo, la mesa del trabajo y hasta el teléfono móvil. Por eso los besamanos y los besapies, hoy convertidos en actos de veneración por fuerza mayor, son los momentos idóneos para contemplar los rostros donde están las oraciones de los que ya no viven entre nosotros. Veneremos sin tocar, dialoguemos sin hablar, recemos sin abrir los labios. Uno tiene la convicción de que en silencio salen mejor las cosas, suelen ser más hermosas y hondas que con el ruido y el manoseo. La distancia es recomendable cuando permite verlo todo mejor gracias a la perspectiva. Esta pandemia nos enseña a venerar tanto como a vivir la Semana Santa de interior. Por eso saldremos más fuertes y no por lo que cuentan los políticos.

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