Manos rotas

No puede bastar la mecánica de una condena, eso deja indefensas a las víctimas

Leo horrorizado la crónica de la agresión sufrida por el artista Jesús Martínez Labrador en 2020, una noche secuestrado y aplastado paliza tras paliza para robarle una cantidad risible de euros en un cajero. Una especie de botellón de la noche de la "purga". Escultor, pintor, humanista, le rompieron las manos y los brazos, entre otras barbaridades.

Un cuarteto agresor, doce años y medio de cárcel, ya saben, recursos, mitad de la condena, sí, voy a ser demagogo. ¿De verdad el daño personal y social perpetrado por estos criminales se paga con unos años de prisión?

No lo minusvaloro, la cárcel es terrible, pero me pongo en el lugar de la víctima, verbigracia de esa muchacha violada con una barra de hierro y arrojada en el crepúsculo a su muerte, rescatada por un casual y viva por ello con todo su dolor y su sufrimiento, me pongo en su lugar, ¿se repondrá alguna vez del terror de saber que su atacante pudiere cruzarse con ella otra vez?

Un Estado de Derecho ha de fundamentarse en la igualdad de oportunidades, pero esto no puede servir para beneficiar sólo al incumplidor, así el sistema se derrumba. Es como aprobar a todo el mundo en Educación, al final la persona trabajadora ve socavada su dignidad y su autoestima, porque nadie premia y aprecia el esfuerzo y el compromiso.

Redimamos literalmente a los delincuentes, literalmente, quien pase el límite de lo legal debe saber que el camino de vuelta es el mismo, volver a lo legal traspasando la misma línea a la inversa.

No puede bastar la mecánica de una condena, eso deja indefensas a las víctimas, que han de convivir toda una vida entera con el daño, mientras algunos vuelven a su basurero violento.

Las políticas penitenciarias preventivas deben comenzar en la infancia, porque los vemos venir y lo sabemos. Y son sociales, educativas, familiares... Pero lo Penal debe taxativamente servir también para proteger a las víctimas, para que sintamos que no estamos vendidos a unos canallas resueltos a ejecutar lo que les propongan sus santos uebos.

Una democracia no debe permitir que dependamos de la voluntad de asesinos y que, a posteriori, se nos suponga resarcidos con un juicio y una condena inútiles. Es injusto, y ahí se debe hacer política de verdad.

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