La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Manando, escuchando

Dos años de pandemia no han quebrado devociones ni amistades. Ante la Virgen del Rocío sólo hay presencias

Cuántos siglos, cuántos años, cuántos meses, cuántos días, cuántas horas… Y cuántas oraciones, desde las primeras rezadas a Santa María de las Rocinas a las que estos días se rezan en la aldea y las que cada día alguien reza en cualquier lugar, quizás lejos de aquí, porque esta devoción es como una piedra preciosa que Dios tiró en la Madre de las Marismas provocando círculos crecientes que fueron abarcando Almonte, Villamanrique, Pilas, La Palma, Moguer, Sanlúcar de Barrameda, Triana, Umbrete, Andalucía, España, el mundo… Lo que pasa en la aldea estos días es la emergencia de una devoción de nueve siglos a una imagen sagrada de inagotables aguas de gracia siempre manando, de un hecho que sucedió hace veinte siglos en un cenáculo en el que la Virgen y los apóstoles celebraban -como los judíos lo siguen celebrando hoy, estos mismos días- lo acontecido hace más de tres mil quinientos años: la entrega de la Ley a Moisés. ¡Cuántos siglos se hacen aquí presente vivo!

Cuántos años, cuántos meses, cuántos días, cuántas horas… Cuánto amor, cuánta amistad, cuánta compañía, cuánta ayuda… Cuántas lágrimas, cuántas risas, cuántos silencios elocuentes, cuántas palabras sustentadoras… Lo que pasa en cada corazón y cada memoria estos días es la emergencia del amor y la amistad que nos tenemos cada día. Nada nuevo pasa aquí, ni en lo religioso ni en lo humano. Es la misma devoción de siempre, la misma oración de siempre, la misma amistad de siempre, el mismo amor de siempre. Es lo que pasa cada día en cada capilla, cada oración ante una estampa, cada palabra de cariño dicha, cada beso dado, cada mano cogida, cada mirada que nos hace sentirnos existentes, únicos, amados. No son estos días como otros días. No amanecerá mañana como otros amaneceres. Y a la vez son los mismos días y los mismos amaneceres que quedan bendecidos, todos y cada uno, por una sabia mirada baja que se recrea en el fruto de sus entrañas y una sonrisa que promete eternidades.

Bendice mañana cuando rompa el día, Virgen del Rocío, todos los amaneceres. Bendice mañana todas las mañanas. Bendice, en tu día, todos los días. Bendice el amor y el cariño que nos tenemos con la salvación que llevas entre tus manos. Bendice a los míos de Almonte 18 tras estos dos años de pandemia que han podido quebrar vidas, pero no devociones ni amistades. Porque ante la Virgen del Rocío, querido Pepe, no hay ausencias, sólo presencias.

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