Malos tiempos

Me gustaría pensar que en algún sitio hay gente que hace planes de futuro, que se enamora o que se compra una casa

Hay alguien que en estos días no se siente desmoralizado y profundamente pesimista? ¿Hay alguien que no esté viviendo cosas que jamás había imaginado que iba a vivir? Que yo recuerde, el toque de queda era algo que casi ninguno de nosotros había conocido como una experiencia cotidiana. Y si hacemos memoria, el último toque de queda que estuvo vigente en España fue el que impuso el general Milans del Bosch, en Valencia, durante la noche del 23 de febrero de 1981. En el resto del país no hubo toque de queda ni siquiera en esa noche fatídica de la que ahora casi ningún joven guarda memoria. Pero ahora vivimos bajo un toque de queda que el Gobierno -tan aficionado a la "neolengua" totalitaria- intenta camuflar con el engañoso eufemismo de "una restricción transitoria de la movilidad nocturna". Nos quieren hacer creer que un toque de queda -con todo lo que supone de vigilancia policial en las calles- es algo así como un simple cambio de ruta en una línea de autobús. Reconozcámoslo: son maravillosos.

Y por el otro lado, la situación económica es tan terrorífica que me temo que ni siquiera somos capaces de imaginar lo que se nos viene encima. Y todo empeora cuando pensamos que el Gobierno ha redactado unos presupuestos generales que son justo lo contrario de lo que necesita un país paralizado y hundido y desesperanzado. Suena muy bien eso de subir los impuestos a los ricos, pero los que van a pagar el pato -como siempre- serán las clases medias y las ya muy depauperadas clases trabajadoras (déjenme usar este léxico anticuado). ¿Por qué? Por la sencilla razón de que subir los impuestos a las empresas sólo causará más desempleo y más cierres inexorables de negocios y de pequeños comercios. Y quien no quiera verlo es que está completamente cegado por la demagogia o por el rencor más virulento.

Me gustaría pensar que en algún sitio, cerca de aquí, entre nosotros, hay gente que hace planes de futuro, que se enamora, que se compra una casa o que vive la vida como Gene Kelly en la escena que todos recordamos de Cantando bajo la lluvia. Ojalá sea así. Pero la impresión que tengo es justo la contraria: nadie se atreve a pensar en el futuro inmediato por miedo a tentar a la suerte y atraer la desgracia. Nos han tocado malos tiempos. Y a diferencia de nuestros mayores, no estamos preparados para enfrentarnos a la adversidad.

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