Mal de Logse

También ese modus operandi que llama a quienes se sienten cómodos trajinando entre las inmundicias

No sé yo si es cosa de la Logse, el engendro que gestaron el llorado Pérez Rubalcaba y Álvaro Marchesi, especialista en Psicología Evolutiva, de los que Dios nos guarde. Entre ambos idearon un entramado legislativo que asoló los centros educativos de toda España en la última década del pasado siglo. Nada que objetar sobre el papel, Rubalcaba era un joven profesor universitario, de no mucho recorrido, pero fajado en el estudio y la investigación, y Marchesi era un especialista en la tarea que se le encomendó como político durante unos cuantos años, en aquel legendario período de cerca de tres lustros, conducido por Felipe González Márquez, tan añorado ahora a pesar de los pesares.

Digo que no sé si estamos recogiendo los frutos de aquel desaguisado, en el que nos metieron esos dos personajes del no menos llorado Psoe, que inundó las bodegas del Estado en los gloriosos años ochenta. Habiendo vivido en primer plano y muy activamente, las reformas de ese tiempo de cambio, me resulta imposible dar razones para justificar el alumbramiento de aquel nefasto totum revolutum. Las generaciones de infantes y adolescentes del momento se abandonarían al analfabetismo funcional y la Universidad se llenaría de brotes de igualitarismo y falta de autoridad que, ahora ya consolidados, crecieron entonces precipitadamente. Nuestros primeros actores actuales, forman parte de las primeras promociones de la Transición y cabe esperar que las salpicaduras de la confusión, que reinaba en el escenario educativo, hayan caído sobre ellos. Con seguridad, padecen mal de Logse.

La proliferación de universidades y la improvisación en la formación y selección de sus actores, que sucedieron al parto de la Logse, ayudarían a explicar las carencias de la clase política y la confusión que reina en sus entretelas. La política ha de entenderse como una confrontación de pareceres, de prioridades y objetivos, así como la programación del cómo alcanzarlos y del cómo financiarlos. No es una competición. No se trata de crear un soporte en el que la descalificación y el rastreo de errores sean instrumentos válidos. Bien es verdad que no todo se debe a la ignorancia inducida por la Logse; también al consecuente ambiente turbio y enrarecido. Ese modus operandi que siendo propicio para que los mejores huyan de él como las almas buenas lo hacen del diablo, llama a quienes se sienten cómodos trajinando entre las inmundicias.

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