Madrid-Stalingrado

Si es derrotado en la batalla de Madrid, podríamos estar ante el fin de Pedro Sánchez

El 4 de mayo sabremos si Madrid se ha convertido ya en el Stalingrado de Pedro Sánchez o si una victoria, aunque apurada, le permitirá seguir suministrando combustible a su Panzerdivision mediática y al calamitoso Gobierno que preside. Sin más proyecto que la supervivencia personal, Sánchez ha conseguido, sin pasar de mediano táctico, labrarse prestigio de estratega. Para ello ha sabido servirse, y de paso convertirse en instrumento, de la necesidad de tocar poder a toda costa del declinante Podemos y del odio de secesionistas y filoterroristas a España y a la Constitución. Poca cosa de no haber encontrado un PP noqueado por los escándalos y por la moción de censura a Rajoy, a Ciudadanos en irremediable declive y crisis existencial y a un Vox creciente pero amortiguado por el cerco de silencio de los medios que Iglesias llamaría "burgueses y clericales". El único éxito de Sánchez y su corte de asesores ha consistido, en medio de la peor crisis multifactorial desde la Guerra Civil, en el mantenimiento de esos apoyos envenenados a costa de jirones de soberanía y credibilidad internacional, de emisión de deuda y de mucho tragar. Cada vez que desde Moncloa se ha intentado romper ese abrazo asfixiante y tomar la iniciativa política, les ha salido mal: primero en las elecciones de noviembre de 2019, después en la fallida operación Illa, y ahora en el desastre en que puede convertirse la pretendida cadena de mociones de censura contra el poder territorial del PP, colapsada en sus primeros compases por la pésima preparación de la ofensiva.

Los dos primeros fiascos han podido ser deglutidos por el PSOE, aunque a un alto coste: uno lo entregó a las exigencias de Iglesias, el personaje más destructivo del panorama nacional, lo que ha hecho ilusoria toda labor de gobierno. El segundo ha mostrado la imposibilidad de entendimiento con el secesionismo, excepto en la tarea de hundimiento de la nación. Para resolver el efecto de ambos fracasos se urdió la operación de Murcia y las que habían de seguirla, que hubieran podido liberar al PSOE de sus compañías tóxicas y destruido al primer partido de la oposición ante unas nuevas elecciones generales que debían dar pleno sentido a todo el montaje. Nuevo desliz por exceso de maquiavelismo, ahora desastroso porque ha generado, además, una enorme desconfianza en sus socios radicales. Si es derrotado en la batalla de Madrid, y hoy eso parece más que probable, podríamos estar ante el verdadero comienzo del fin de Pedro Sánchez.

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