Un MIR para Andalucía

Estamos a la cola de la cola, excepto en el paro, la poca inversión pública y los fracasos educativos

Hace unos días saltó la noticia de que Cataluña había pedido la transferencia de las competencias de la prueba para médicos en formación especializada, la conocida y dura oposición denominada MIR, para gestionar de forma independiente al resto del estado español la posibilidad de acceder a las plazas de médicos residentes procedentes de otras comunidades autónomas. Es el rayo que no cesa. Ante la fragilidad del Gobierno y su dependencia de apoyos variopintos, los más voraces son insaciables. Son como los niños pidones y maleducados que nunca se cansan y al final todo acaba en una riña a destiempo.

Pedir la transferencia del MIR no debe parecer descabellado, es dar oficialidad a algo que ya ocurre. Durante un año trabajé como médico en un pueblo periférico de Barcelona y conservo mi número de colegiado en lo que era el Colegio de Médicos, ahora Col-legi de Metges. El noventa por ciento de mis pacientes eran de origen andaluz y castellano parlantes. Pocos eran de familias catalanas y con gran afecto y educación me hablaban en castellano, sin el más mínimo reparo por ambas partes. Pasados treinta años nada es igual. Pocos pacientes me hablarían en castellano y menos los charnegos, que son los más radicales, por aquello de que no existe mayor hereje que el converso. Ni siquiera yo podría ejercer en Barcelona. Lo primero que te piden es un examen de catalán, independientemente de que seas buen médico o no.

Por eso digo que solicitar el control del examen MIR es una confirmación de lo que ya existe. Mientras en Andalucía puede hacer la especialidad y trabajar cualquier licenciado procedente del resto de estado, en ciertas comunidades el idioma ejerce de barrera infranqueable que favorece a los propios y excluye a los foráneos. Los andaluces somos así y a nuestras autoridades se les llena la boca, diría que babosean, con palabras como universalidad y acogida, pero estamos a la cola de la cola, excepto en el paro, la poca inversión pública y los fracasos educativos, en los que somos líderes. Yo por eso, modestamente, pido un MIR y muchas cosas más para Andalucía. Que el concepto de Andalucía sea algo más que tocar en los colegios el himno oficial con la flauta, desayunar pan con aceite de oliva y que los políticos de turno se den una vueltecita el 11 de agosto por el lugar donde fue fusilado Blas Infante. Ni siquiera en esto se ponen de acuerdo.

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