Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Luis Alberto del Castillo, in memoriam

Le hubiese colocado al frente de una manifestación con su andar despacito de persona mayor, recitando poemas de su admirado Whitman

No le faltaron los reconocimientos ni los premios en vida. Mucho menos el cariño y el afecto de su familia, amigos, allegados y muchos lectores. Media Algeciras había aprendido de él, con él y de su sabiduría. No es una exageración. Un veterano compañero del periódico narraba días atrás que tanto él como su madre, unas cuantas décadas atrás, habían sido alumnos de este profesor. Le conocí demasiado tarde, hará cosa de unos cinco años, cuando se presentó en el periódico con un libro de poemas de tapa gris en las manos que me regaló para darse a conocer a aquel aprendiz de director del Europa. Como cronista de la ciudad, me propuso la publicación de una serie de artículos sobre asuntos cotidianos, sin periodicidad fija ni extensión predeterminada. "Este no le va a gustar al alcalde, pero es necesario que lo demos", me dijo en una ocasión respecto a uno de sus escritos, subrayando la primera persona del plural, con esa marca de orgullo y pertenencia a un proyecto compartido. Y tal cual lo publicamos. Era brillante, con una sonrisa en el rostro que solía anticiparse a lo que iba a decir a continuación. Y no defraudaba.

En lugar de piquetes, yo hubiese colocado a Luis Alberto del Castillo Navarro al frente de la comisión negociadora de cualquier convenio colectivo, por difícil que fuese, de los debates sobre el Brexit o sobre los Presupuestos Generales del Estado. O de una manifestación por los derechos de cualquier colectivo desfavorecido, con su andar despacito de persona mayor, recitando poemas de su admirado Whitman como arma de destrucción contra los fatuos insoportables. Le habría situado también ante el micrófono de un informativo matinal en la radio, para endulzarnos el desayuno con su voz queda, con un giro de palabras, con una expresión algo alocada, con una risa mordaz que hubiera traspasado la pecera donde se encierran los locutores, haciendo trizas el cristal con la eficacia de una pedrada bien dada.

"Un cronista como un castillo", tituló Quino López magistralmente la crónica sobre su figura que publicamos hace justo hoy una semana en estas páginas. Pocas veces un apellido ha acompañado tan bien a la figura que identifica. El artículo era un homenaje a quien durante los últimos diez años ha sido el relator oficial de Algeciras. Solo unos días antes había enviado una carta de renuncia al alcalde -"habiéndolo meditado mucho y en claro conocimiento de mis limitaciones físicas, que no intelectuales", aclaraba a modo de justificación- con la que ponía un brillante punto final a la labor encomendada.

El poemario con el que me obsequió se titulaba y titula El libro del mal amor (de antimitos y antihéroes). Uno de los poemas, dedicado a su paisano y amigo de la infancia Alberto González Troyano, es Vigilia en la trinchera. Y así finaliza: "En este siglo XXI necesitaremos / una legión de vírgenes / un regimiento de filósofos / pero por favor, que no se demoren en llegar". Descansa en paz, nos vemos a la vuelta.

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