Hacia el mediodía del pasado domingo, en las proximidades de Mérida, a un amigo y a mí, que viajábamos separadamente por carretera, nos desbordó la caravana que conducía -lo supimos después- al presidente Pedro Sánchez a donde se estaba celebrando el décimo tercer congreso regional del PSOE extremeño. También supimos más tarde, que Guillermo Fernández Vara, hombre de gran carisma, repetiría en la presidencia de Extremadura, por cuarta vez, y que lo haría con un respaldo superior al 99%. Educado en el seno de una familia de la derecha sociológica, militó en el Partido Popular, en su juventud. Incluso tuvo cierto protagonismo en Nuevas Generaciones, de la mano de su amigo y paisano Antonio Hernández Mancha, presidente entonces de esa formación política.

En algún lugar leí que el conocido periodista americano Benjamin Bradlee -que habría cumplido cien años hace una semana- solía decir que algo tan habitual como irse a vivir a un determinado lugar del espacio habitable, le cambió la vida. Se convirtió por casualidad, en vecino de John F. Kennedy en el elegante barrio Georgetown, en Washington. Las esposas de ambos acabarían haciéndose excelentes amigas mientras paseaban a sus hijos por el barrio. Los maridos eran dos jóvenes de la alta sociedad americana, formados en centros e instituciones de élite. Bradlee, director del The Washington Post entre 1958 y 1991, en un período paralelo al tiempo de cinco presidentes; Kennedy, Johnson, Nixon, Carter y Reagan; puso a trabajar a su gente en el caso Watergate que obligaría a Nixon, en 1974, a tomar la rara decisión de dimitir. Ben, como le llamaba todo el mundo, está considerado como uno de los grandes del periodismo norteamericano. Su periódico tendría 17 premios Pullitzer, bajo su dirección, y él mismo recibiría, de manos del presidente Obama, la Medalla Presidencial de la Libertad, máxima distinción que puede otorgarse a un civil en EE. UU.

Fernández Vara fue vecino en una distinguida pedanía de Olivenza (Santo Domingo) de Rodríguez Ibarra, y eso le cambió la vida. Se hizo socialista y bajo el manto de aquel, escaló hasta convertirse en lo que hoy es. No pude evitar recordar otras épocas y a tantos otros, en particular a Ben Bradlee, cuando por asociación de ideas y un fugaz resplandor de la memoria, vi a la caravana presidencial, echándonos a todos a la cuneta, altavoces y cláxones en ristre, como en los mejores tiempos del Antiguo Régimen.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios