Lucía y Gibraltar

Tranquilos, que aquí está España para arreglarles el negocio; por mal que se lo pongan en Londres

Hoy es el día de Santa Lucía, que nació y vivió el martirio en la siciliana Siracusa. Santa para las tres principales iglesias cristianas; católica, ortodoxa y luterana; vivió en los años de transición de los siglos III al IV de nuestra Era. Es patrona de las personas ciegas, no sé si porque Lucía es una palabra asociada a la luz o por la leyenda que remite a la belleza de los ojos de la santa, asegurando que se los sacó al saber que despertaban la pasión de los hombres. Algo parecido sucedió a la también siciliana santa Águeda, con sus pechos, que vivió unas décadas antes que Lucía. La iconografía religiosa representa a Lucía con una bandeja sobre la que están sus ojos y a Águeda con una bandeja sobre la que están sus pechos.

Tanta belleza de espíritu y virginidad debieron de inspirar a Julio Medem, en su Lucía y el sexo (2001). Para recrearse en su pérdida, luciendo la sugestiva orografía corporal de Paz Vega. Una película de sol y mar, que me ha inspirado a mí el título de este recuadro al pensar en esos acuerdos de España con la colonia. Porque la ceguera española y la virginal candidez con la que actúan en Exteriores dan para las dos Lucías, la protectora de ciegos y la virgen de Medem, dispuesta a dejar de serlo a poco que se le ponga uno por delante.

Lejos de Westminster, donde no se sabe ya qué hacer para desfacer tanto entuerto, lo que ha firmado el ministro Borrell con el chief Picardo es un brindis al Sol. El mal se queda si la fluidez se mantiene en la verja y la relajación con el delito en el ambiente. Obviando que el papel firmado por España y Gibraltar supone el reconocimiento de interlocutor válido a la colonia, algo parecido a lo logrado por Moratinos. La Administración española seguirá sin saber cuántos trabajadores españoles hay en Gibraltar, quiénes son, dónde trabajan y cuánto ganan, y no podrá controlar a los administradores de la colonia. Hay un viejo principio del Derecho que dice sublata causa, tollitur effectus (al cesar la causa, cesa el efecto), y la causa no cesa, ni mucho menos. De consumarse el Brexit, lo que no es de esperar, España habrá dado a Gibraltar la perpetuación de su estatus, evitando los perniciosos efectos de la salida del Reino Unido sobre su insondable economía. En Convent Place andan de los nervios y debieran estar tranquilos porque aquí está España para arreglarles el negocio; por mal que se lo pongan en Londres.

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