Son frecuentes comentarios del tipo: "¿Cuándo cae la Semana Santa?" o "¡Hay que ver lo tarde -o lo pronto- que llega este año!". Y es que la fecha de esta importantísima celebración cristiana puede oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La razón de tan amplia fluctuación en el almanaque hay que buscarla en su vinculación al calendario lunar. Ya los babilonios utilizaron los ciclos de la luna para medir el tiempo, pero, desafortunadamente para ellos, al estar regidas las estaciones por el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, se vieron obligados a elaborar un farragoso calendario con ciclos de 19 años para evitar los inconvenientes de un año errático en que las estaciones se desplazasen sin control de un mes lunar a otro. Los judíos también se dejaron seducir por la simplicidad aparente del almanaque lunar fijando su fiesta más importante, la Pascua, en la primera luna llena de primavera en razón de que fue tal circunstancia astrológica la que les permitió burlar a los ejércitos del faraón al poder escapar de noche de Egipto sin necesidad de tener que encender antorchas. Puesto que el Nuevo Testamento relata que Jesús fue crucificado durante la Pascua judía, el aniversario de la Pascua de resurrección debía estar necesariamente ligado a su calendario. El resultado inevitable fue que la fecha de la Semana Santa dependía de los complicados cálculos lunares por medio de los cuales el supremo consejo judío, el Sanedrín, determinaba la fecha de su propia Pascua. El problema se planteó en el concilio de Nicea y fue Dionisio el Exiguo quien, para garantizar que la Pascua de Resurrección se celebrase siempre en domingo, decidió seguir con el calendario lunar de los judíos a pesar de que estos negaban que Jesús fuese el Mesías y, lo que es más grave, actuaron como "cooperadores necesarios" para que los romanos le crucificasen. Al menos una docena de fiestas religiosas (Pentecostés, Ascensión, Martes de Carnaval o Miércoles de Ceniza) están determinadas por la fecha lunar de la Pascua de Resurrección y de esto resulta que la Pascua "controla" alrededor de diecisiete semanas del calendario eclesiástico. Lo pintoresco del asunto es que los devotos feligreses que arrobados contemplan los pasos de Semana Santa asumen con naturalidad que la fecha de la muerte del Señor vague errante a lo largo de todo un mes en contraste con la precisión de otras como la de su nacimiento (a las cero horas del 25 de Diciembre); la de ese etéreo acontecimiento que Pio IX definió como dogma en la bula "Ineffabilis Deus": la Inmaculada Concepción -8 de Diciembre- o la del "Día de Todos los Santos" que conmemora tanto a los santos y beatos muertos en fecha incierta como a los anónimos difuntos que habiendo superado el purgatorio ya se encuentran, felizmente, en presencia de Dios.

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