El filósofo y pedagogo Gregorio Luri lleva años avisando de la importancia de la lectura en el proceso educativo. Sin ella, sin el vocabulario que el alumno va adquiriendo con su práctica, resulta imposible el pleno desarrollo de sus capacidades. "Cuanto mayor sea la competencia lingüística -señala Luri-, con mayor facilidad se lee y más conocimientos se adquieren leyendo". A la inversa, los discentes que poseen un pobre lenguaje son incapaces de captar los múltiples matices de cuanto se les enseña y, lo que es peor, aparecen ante los demás sin las herramientas indispensables para expresar lo que piensan, sienten y son.

Pero, siendo inobjetable lo anterior, todavía queda una consecuencia aún más gravosa. Como destaca Gaspar Brahm, existe una relación estrecha y directa entre la lectura y la conquista de la libertad personal. Son fundamentalmente dos las ventajas que, en tal ámbito, aquélla nos aporta. Consiste la primera en ejercitarnos en la trascendencia del silencio interior: al leer, acallamos nuestros lineales monólogos, rendimos, como afirma Brahm, la palabra subjetiva -nuestra y falible- a la objetividad de la palabra leída. Con ello, descubrimos, por una parte, lo que llevamos dentro y, por otra, lo que es más sutil y decisivo, optamos por abrir nuestro espíritu a perspectivas diferentes, que van más allá de nosotros mismos. Surge la segunda de una constatación fáctica: pocas veces dejamos que alguien o algo se adentre tan profundamente en nuestro ser como cuando leemos. A diferencia de otros numerosos mensajes que recibimos (publicitarios o políticos, por ejemplo), el que nos llega a través de la lectura reposada cuenta con el permiso de nuestra voluntad, deriva de un acto de plena soberanía. Podemos seguir leyendo o no, podemos cerrar un libro cuando nos apetezca; pero si elegimos permanecer en su lectura, ésa será una resolución deliberada y libre.

De esta forma, la lectura se convierte en un hábito que va enriqueciendo nuestra libertad: nos hace cuestionarnos nuestras certezas, nos descubre realidades distintas a la propia, nos ayuda a expresar fielmente lo que queremos y, al cabo, nos enseña que la verdad raramente admite monopolios. En la medida en que nos revela un mundo multicolor, poliédrico y complejo, fortalece, fundamenta y dignifica nuestra libertad. "Lee y conducirás, no leas y serás conducido". Como siempre, Teresa, el torbellino de Ávila, sabía muy bien lo que decía.

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