Lavarse las manos

Al obstetra Semmelweis le costó la vida convencer a sus colegas de la importancia de lavarse las manos

Este mal y este dolor que estamos sufriendo son leves aproximaciones a los que causan las guerras. La pandemia, comparable -incluso a la baja- a otras muchas anteriores, nos ha cogido mejor preparados que lo estaban las generaciones que hubieron de soportarlas. Sin embargo, frente al alto contenido de inevitabilidad que tienen los accidentes o los desajustes de la Naturaleza y las enfermedades, las guerras son provocadas por actos de voluntad, ligados al comportamiento humano. Terrible consideración es que no pocos de los féretros que estos días salían de sus estancias eventuales, estaban ocupados por personas que sufrieron las consecuencias de alguna guerra. La nuestra del trienio1936-39, siguió al desorden inducido por Gobiernos incapaces de hacer respetar su autoridad, y precedió a otros conflictos mayores. La convivencia quebrada trajo terribles padecimientos, y muchas víctimas que sobrevivieron a aquellas calamidades y encauzaron el cómo hacer para evitarlas, han dejado ahora sus vidas colgadas de nuestras conciencias. Bajo el dictado del no hay mal que por bien no venga, actualizaríamos los ingenios que movilizaron tantas tragedias asociadas a las guerras y a las enfermedades. Pero, no es cuestión de abordarlo ahora; daría para un tratado: muchos de los logros de la investigación científica y tecnológica han surgido del tenso combate de enfrentarse al mal y a sus efectos. Prefiero detenerme en algo tan repetido estos días, como lavarse las manos. Al obstetra (húngaro) Ignaz Semmelweis (Taban, Budapest, 1818-Viena 1865), le costó la vida convencer a sus colegas (se murió sin convencerlos), hace tan sólo poco más de siglo y medio, de la importancia de lavarse las manos para intervenir en un parto. Cerca de mil quinientos pacientes mueren diariamente en el mundo, por infecciones hospitalarias. Gracias a la observación interesada y a la capacidad deductiva del joven Semmelweis, se sentaron las bases de la asepsia, que a poco de morir el médico húngaro, asumiera en su práctica quirúrgica, el cirujano inglés Joseph Lister (1827-1912), basándose en la evidencia establecida por el francés Louis Pasteur (1822-1895) -del que deriva el término "pasteurización"- pionero de la bacteriología. La vida de Semmelweis es un trágico ejemplo (uno de muchos) del grado de estupidez que puede alcanzar el género humano y de los perjuicios de estar en manos de una poderosa tropa de corta inteligencia.

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