La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Entre Lampedusa y Texas

Es tan cómodo estar en Estrasburgo bajo la toga como jodido estar en Ceuta bajo el uniforme de un guardia civil

Es intolerable que más de 700 personas asalten una frontera para penetrar en otro país cortando la valla con cizallas, tirando cal viva, orines y excrementos a los guardias civiles o atacándoles con lanzallamas caseros, cuchillos y palos. Tras ellos aguardan otros 50.000 en las inmediaciones. ¿Desesperados dispuestos a todo para huir de sus países de origen? Sí. Pero la solidaridad tiene los claros límites de la legalidad, la defensa del territorio nacional y el número de migrantes asumible garantizando tanto sus derechos como los de los ciudadanos españoles. Solo se puede tolerar lo tolerable y asumir lo asumible. Al día siguiente del asalto a Ceuta se rescataban más de 500 migrantes en el Estrecho y otros en Alicante, Mallorca y Cartagena. Ni África cabe en Europa, ni esta puede solucionar sus conflictos y tragedias, ni la culpa es solo del colonialismo y la desastrosa descolonización.

Los discursos biempensantes no sirven frente a las realidades extremas cuando se carece de medios para afrontarlas. El actual Gobierno, que se hartó de acusar de xenófobo, cruel e insolidario al anterior, ha tenido que dar marcha atrás y optar por la devolución en caliente. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó a España en octubre de 2017 por haber devuelto dos inmigrantes sin verificar su identidad, oír sus razones y proporcionales abogados, traductores y médicos. Medidas excelentes pero de imposible cumplimiento cuando se trata de cientos y miles de personas.

Gobernar es muy distinto a ejercer la oposición: supone pasar de las palabras a los hechos, afrontar la realidad por dura que esta sea y no poder permitirse el lujo de la demagogia supuestamente humanitaria. Por eso el Gobierno de Sánchez justifica ahora las devoluciones en caliente como cumplimiento de la legalidad vigente y argumentando que no habían pisado suelo español. Sin cumplir, lógicamente, el imposible requisito de evaluar caso por caso con asistencia de traductores, abogados y médicos.

Es tan cómodo estar en Estrasburgo bajo la toga del Tribunal de Derechos Humanos como jodido estar en Ceuta o Melilla bajo el uniforme de un guardia civil, afrontando cuerpo a cuerpo lo que a la vez es una tragedia humanitaria y un violento asalto a las fronteras de un país. España es a la vez Lampedusa y la frontera tejana entre México y EEUU.

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