¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Juanma, un liderazgo débil

La rebelión sevillana es la primera fisura en el pedestal de Moreno, un presidente con más suerte que méritos

Es llamativo como el poder embellece. Antes de su elección como presidente de la Junta por pura chamba, Juanma Moreno era la diana de no pocas mofas periodísticas y políticas. Sin embargo, hoy se le ve como un inteligente y moderado hombre de Estado, capaz incluso de ser una alternativa para liderar el centroderecha español. Pese al botafumeiro, es difícil considerar como un líder sólido a un político que ni siquiera controla su partido autonómico. La rebelión sevillana, apoyada por Génova, es una prueba clara de que el PP andaluz, aunque vive el momento más dulce de su historia, está muy lejos de ser un sistema estable con una jefatura sólida. Sólo hará falta un revés para que el supuesto liderazgo de Moreno se desmorone. Y ese revés, tratándose de la tierra de San Felipe González, nunca es descartable, aunque sí por ahora improbable.

El presidente andaluz es un hombre con suerte, lo cual no lo decimos en su desdoro, sino con admiración (los andaluces, por nuestra herencia mora, sabemos que sin baraka no se alcanza ninguna meta importante). Llegó al poder de chiripa y es probable que se mantenga en él por lo mismo. Tiene la excusa del virus para justificar lo muy limitada de su ambición reformadora y, miel sobre hojuelas, se enfrenta a un PSOE desnortado y con una líder que ya se mueve con los espasmos de un pollo sin cabeza. El posible sustituto de Susana Díaz, Juan Espadas, aunque hombre razonable y poco dado a las marrullerías sanchistas, no parece tener la garra electoral suficiente (esto es un halago) para revertir la situación. Pero la suerte de Moreno no se agota ahí. El partido con el que gobierna, Ciudadanos, probablemente no llegue con vida a las próximas elecciones autonómicas o, si lo hace, será algo testimonial, como los últimos CDS y UPyD. Y sin la marca naranja, su líder andaluz, Juan Marín, no es absolutamente nadie, por mucho que digan informes y estadísticas. Vox, por su parte, no tendría ningún reparo en apoyarlo en una hipotética nueva investidura. Su electorado no le perdonaría lo contrario.

Así las cosas, Moreno aparece con la altura de un Adenauer en el tristísimo panorama de la política autonómica. Pero, y volvemos al principio, hay indicios de que el pedestal de su estatua tiene alguna que otra fisura. El conflicto sevillano no es más que una primera evidencia. El liderazgo de Moreno es débil y no hay suerte que aguante eso demasiado tiempo. Pese a lo que digan nuestros genes moros.

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