Tiene razón mi amiga Rosalía, cuando define a Orvieto, la bella ciudad de la Umbria italiana, como "un pueblo muy chico con una catedral muy grande". En efecto, en lo alto de la colina el impresionante Duomo, reina sobre un centro histórico que contiene además palacios, plazas recoletas y un dédalo de calles con el común denominador, de la piedra de su construcción. En estas fechas, todo huele a humo de chimenea y a castañas. Cuenta también con dos joyas gastronómicas, el queso pecorino y la porchetta, una receta del renacimiento que honra al lomo de cerdo. En las numerosas trattorías puede comerse bien y a un precio no excesivo.

En Navidad, Orvieto se transforma gracias al Umbria Jazz Winter, en una de las capitales musicales de Europa. El milagro lo logra un activo comité organizador que logra año tras año que en el espacio de tiempo que va del 28 de diciembre al 1 de Enero, su pueblo respire música por los cuatro costados, con atención a los aficionados, descuentos en las tiendas, decoraciones especiales y una tropa de voluntarios, atentos y serviciales, enfundados en unas llamativas sudaderas amarillas. Todo me recordó, al añorado por perdido Festival de Jimena. Aquí han sabido perseverar, porque llevan ya 25 ediciones. Es una delicia pasear entre los ecos de una banda de Nueva Orleans, haciendo el clásico desfile por sus calles.

Tuve ocasión de escuchar un concierto de uno de los mejores guitarristas vivos, el americano Marc Ribot, al que le pasa en la música, como a Picasso en la pintura. Una vez dominado el arte, se pueden buscar nuevas aventuras. En el caso de Ribot, ha transformado el Sonido Filadelfia, de los años 60-70, en clave free/punk/jazz. Acompañado de The Young Philadelphians y en el esplendoroso marco del Palazzo del Popolo, una joya del quattrocento, formó el taco, con los aficionados totalmente entregados. El día de Nochevieja, disfruté de una delicia: el concierto del joven pianista italiano, quédense con su nombre, Giovanni Guidi, con las notas rebotando entre las esculturas del Museo Emilio Greco. Sólo quedaba ya, pasar la Nochevieja en Cà Matra, la casa que mi amigo Olivo Castagnoli, Morena su mujer y su cariñosa familia, mantienen siempre abierta en San Giustino, entre campos de cultivo, frutales y hospitalidad. Una Nochevieja en Umbria, hermosa y distinta.

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